Julio Malo de Molina - Opinión
Mirar la mar
Un cambio de óptica política ha promovido una reflexión sobre la integración del puerto en la ciudad
El pasado miércoles amaneció Cádiz abrumada; altas estructuras metálicas se alzaban más allá de la murallita real y un murmullo de gente, normalmente entrada en años, se deslizaba entre los muelles y la Catedral; las elevadas máquinas flotantes atracan de madrugada y al caer la tarde un rápido trajín despeja los cantiles y la ciudad recupera su serenidad estival. Es el mundo de los cruceros, al cual algunas ciudades, como Málaga y Barcelona, ya consideran más un problema que una fuente de recursos. Diferente escenario al citado en esa bella canción de Alberti y Falla: «cuando el humo de los barcos aún era humo de habanero». Jaime Pérez Llorca contaba que el Cádiz de los años cincuenta vivía como una fiesta la llegada del vapor ‘Cabo de Hornos’ desde Buenos Aires , la Perla del Plata. Creo que en este lugar y desde el comienzo de los tiempos siempre hubo una ciudad para mirar la mar, antes aún de llegar marinos tirios cuando finaliza la guerra de Troya. Siempre la habrá con o sin cruceros, en permanente conflicto consigo misma y con esas aguas que la hacen posible. No comparto la metáfora de María Teresa León que luego repite el poeta Miguel Martínez del Cerro, hablan de Cádiz como ‘barco de piedra’; pero los barcos navegan y Cádiz aguanta firme los temporales para proteger a quienes surcan la mar, y es más ‘fortaleza marina’ como dijo el arquitecto portugués Älvaro Siza a quien embriagaba el olor del Atlántico.
En los tiempos recientes se ha entendido la necesidad de resolver la integración del puerto en la ciudad , tras los disparates que condujeron al aislamiento de las áreas portuarias y a la construcción de una desmesurada terminal de contenedores. Un saludable cambio de óptica política y ciudadana ha promovido un proceso de reflexión muy participativo, propiciado por Ayuntamiento, Universidad y Autoridad Portuaria , con la intervención de: investigadores, técnicos, grupos ecologistas, trabajadores portuarios, empresarios y otros ciudadanos. El documento coordinado por el profesor Barragán deberá servir de base para la redacción de un nuevo Plan Especial de Usos Portuarios, con especial atención a los 300.000 metros cuadrados que se liberan para fines urbanos. Muy inteligente la determinación de evitar acciones especulativas, como viviendas de renta libre, así como la apuesta por los espacios libres de uso público y la instalación de actividades empresariales o de investigación vinculadas a la mar. No tanto la previsión de un aparcamiento subterráneo que aleja la opción de peatonalizar la ciudad amurallada y prolonga la sumisión al coche privado.
A principios de los años ochenta participé en la redacción de un documento de bases para la coordinación del planeamiento en la Bahía de Cádiz , coordinado por el profesor Florencio Zoido, el cual reconocía la importancia del puerto como sistema que justifica y alimenta un área metropolitana a base de núcleos separados por espacios intersticiales, ‘ciudades primorosas en círculo’ como la describe Alberti en ‘La arboleda perdida’ (1959). Se establecía, entre otras cosas, reforzar el modelo polinuclear y respetar con rigor la lámina de agua. Años después me encontré con Damián Quero y repasamos las propuestas de aquel documento para comprobar que casi nada se había aplicado. El plan intermodal de transportes redactado en los noventa también se arrojó al triste cajón de los papeles perdidos. Ojalá no suceda lo mismo con esta nueva propuesta de gestión costera, el futuro de Cádiz dependerá de lo que se haga entre el puerto y la ciudad.
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