EL APUNTE - OPINIÓN
La mina de oro que no encuentra la paz
El Concurso del Falla superó la fuga de algunos de los mejores grupos pero no encuentra un formato estable y, mucho menos, el consenso entre sus protagonistas
La polémica es una de las bases del Concurso del Carnaval. Está en su esencia. En la de su contenido: las coplas. Sin embargo, se ha convertido en habitual la discusión sobre el propio funcionamiento del certamen más allá del juicio que puede realizar, en caliente, alguna agrupación que se ha quedado fuera de algún corte o de la Final. Algo ha cambiado. El descontento que empezó a fraguarse a principios de la década pasó del mero rumor entre bambalinas a toda una corriente de opinión que, liderada por los autores más jóvenes y exitosos de la fiesta, exigieron cambios en la organización y, en definitiva, toda una revolución. Incluso llegaron a marcharse y a echar un pulso con actuaciones paralelas, en tiempo y forma, a las del Concurso del Falla. En la práctica, se desvincularon.
Pero aquello está olvidado, superado. Conviene tenerlo en cuenta para que no se repita, pero se solventó. Uno tras otro regresaron al templo de los ladrillos colorados animados por un relevo en el cambio político en el Ayuntamiento, que les hacía esperar los cambios que proponían. Esas modificaciones llegaron pero aún así el Concurso del Falla no encuentra la paz. A pesar de ser una sorprendente prioridad en la gestión del Gobierno local –paralizado por incapacidad o desinterés en el resto de apartados– no llega la calma a este gran fenómeno promocional, cultural y de ocio.
La pregunta que se plantea no es si hay Carnaval más allá del Concurso, pues las agrupaciones callejeras gozan de una salud envidiable. La duda es si no se puede estar matando a la gallina de los huevos de oro al darle tantas vueltas a las sesiones, las fechas, el formato, la puntuación y el jurado. La presencia cada vez mayor de las agrupaciones –con 170 en esta edición, nada menos–, la fidelidad del público, aún se conservan pero si algo hemos aprendido en estos días es que nada es seguro en el mundo de las instituciones y del espectáculo. Últimamente, parecen una misma cosa.
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