Adolfo Vigo - Opinión
Los mimosos
Esos políticos que en su afán de conseguir votos son capaces de asaltar a cualquier transeúnte despistado por la calle
Viendo las noticias esta semana descubro que la policía autonómica catalana ha detenido a una banda de peligrosas carteristas. Estas, que han sido denominadas por los agentes de policía como ‘las mimosas’, tenían entre sus objetivos a hombres mayores a los cuales, entre mimos, carantoñas, besitos y abrazos, de ahí su sobrenombre, aprovechaban para robarles las carteras, cadenas y relojes.
Estas mujeres jóvenes utilizaban los encantos que la naturaleza les había otorgado para acercarse a estos hombres y, cogiéndolos de improviso, obsequiarlos con arrumacos e, incluso, algún que otro beso zampado en los morros para, aprovechando el desconcierto de su víctima, hacerse con el botín que estos portaran encima. Rápido y sencillo, pero muy efectivo.
Esto viene al hilo de la campaña electoral que estamos sufriendo por segunda vez consecutiva en poco más de seis meses. Me refiero a esos políticos que en su afán de conseguir votos son capaces de asaltar a cualquier transeúnte despistado por la calle, cual leopardo hambriento de la sabana saltando sobre una indefensa gacela del Serengueti, y mediante besos y abrazos intentar convencerlos para que en la próxima cita con las urnas se acuerde de él y lo vote. Esos son nuestros mimosos políticos.
El mimoso sale a la calle de campaña electoral en campaña electoral. Siempre vestido con su mejor sonrisa y con una apertura de brazos igual que la del Cristo del Corcovado, dispuesto a abrazar a todo aquel que tenga la mala suerte de cruzarse por su camino. El mimoso, da igual el partido al que pertenezca, oirá con cara circunspecta cada propuesta que venga del ciudadano de a pie, aún cuando por su cabeza esté pasando en ese momento lo bien que estaría sentado en el sillón de su despacho o qué se pedirá de comer en el restaurante al que lo van a llevar después de ese acto. Nuestros mimosos reparten a diestro y siniestro abrazos y besos a niños pequeños, y se gastan las palmas de las manos dando apretones aun cuando después se las limpien, y no sean mal pensados, que no es porque le vayan a transmitir algo por el contacto del pueblo llano, sino que es para tenerlas limpias para poder gobernar.
Los mimosos suelen ir ofreciendo regalitos, unos dan mecheros, bolígrafos, otros dan claveles que las rosas son muy caras, y otros simples folletos, con el fin de que alguien quiera escuchar su buenaventura para los próximos cuatro años. Y, como en otros casos, sus dotes adivinatorias suelen quedarse en agua de borrajas.
En definitiva, son muy parecidas las actitudes de unas a las de los otros, salvando el hecho que media entre una acción delictiva y la simple campaña electoral. Mediante esos abrazos, besos y apretones de manos nuestros políticos pretenden darnos la pertinente coba electoral para intentar apoderarse de uno de nuestros bienes más preciados en nuestro estado democrático, nuestro voto. Intentan, con actitudes zalameras, que nuestra decisión a la hora de meter la papeleta en la urna se vea influenciada por esos mimos que durante la campaña electoral han ido desplegando por las plazas y las calles de nuestras ciudades e, incluso, de algunos pueblos que ni sabían que existían.
Recuerden, si ven a un político acercarse con una sonrisa en la cara y un folleto de propaganda en la mano, corra. No mire para atrás. No deje que le alcancen sus largos brazos, si no, se verá atrapado en el abrazo del mimoso y ya no tendrá escapatoria.