OPINIÓN

Mimar la frontera

La frontera más meridional de Europa se llama Campo de Gibraltar. Y, como suele pasar en las fronteras, los problemas se multiplican

La frontera más meridional de Europa se llama Campo de Gibraltar. Y, como suele pasar en las fronteras, los problemas se multiplican, algo que debería implicar tomar medidas especiales entre las que no es menor la atención a las poblaciones que residen en ellas. Aquí ... tenemos una frontera política, también natural, esos escasos kilómetros de mar que nos separan de Marruecos. Y una terrestre que se cruza paseando desde el puerto deportivo de La Línea hasta la Casemates Square del Peñón, atravesando la verja que levantaron los británicos a principios del XIX para sobrepasar el territorio estipulado en Utrecht, y aprovechando la caballerosidad española de dejarles terrenos en los que atender a sus enfermos durante las epidemias. Vamos, que por poco llegan a Sotogrande; quizá lo hayan hecho porque a saber las personas, físicas y jurídicas, que tienen bienes en este lado y como tributan por ellos. Ahora andan muy preocupados en Gibraltar por el Brexit que convertiría el istmo en una auténtica frontera exterior de la UE. Aunque para los españoles el Brexit no ocupa el primer lugar en la lista de sus inquietudes, es lógico que a los gibraltareños los traiga de cabeza. Y, entre las estrategias para intentar un acuerdo favorable con la salida de la Unión, están las dirigidas a vendernos lo mal que le iría al Campo de Gibraltar con ese Brexit. Es posible que esa salida tuviera efectos negativos, aunque los resultados de lo que podría suceder entrarían en el dominio de las hipótesis. Es cierto que hay trabajadores españoles en Gibraltar, en condiciones mucho menos favorables que las de los propios gibraltareños y, además, una frontera exterior dificultaría el trasiego, de todo tipo, entre uno y otro lado. No me cabe duda que las autoridades españolas atenderán las necesidades de esos españoles, muchos menos de los que se dice, pero, como decía, las posibles consecuencias del Brexit sobre La Línea son, por ahora, especulaciones. Lo que es un hecho experimental, y contrastable, es que aún sin Brexit, siempre ha existido una diferencia abismal en las condiciones de vida a un lado y otro de la verja. Aquí no han funcionado los vasos comunicantes. Como dijo el exministro Dastis es necesario solucionar la diferencia inaceptable entre los niveles de renta entre el Campo de Gibraltar y el Peñón, situación mantenida que, obviamente, no ha sido consecuencia de ningún Brexit. Hablaba el antiguo ministro de un plan interministerial, con Fomento, Interior y, por supuesto, con Hacienda. El impuesto de sociedades en Gibraltar es de un 10% (en España entre un 30-35%), el IRPF muchísimo más bajo que en España, por no hablar de los hidrocarburos o del impuesto que, en Gibraltar, sustituye al IVA y que sigue un mecanismo similar al de Canarias o Ceuta, algo que, en el caso del tabaco, explica que en Gibraltar fumen hasta los monos o que el 30% de su presupuesto proceda de los ingresos que la colonia obtiene a raíz del contrabando. Un tratamiento fiscal especial para el Campo de Gibraltar, y sobre todo en La Línea, por supuesto dentro de los márgenes legales, es algo que a Gibraltar nunca le ha interesado por razones obvias de competencia; y a saber el poder de persuasión que tienen. Quizá el Brexit nos traiga la oportunidad.

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