Manuel López Sampalo

La mili de La Petróleo

Los que nacimos del 82 en adelante no podremos dar la chapa a nuestros nietos con las batallitas milicianas

La Petróleo con Francisco Apaolaza, en su casa de La Viña A. Vazquez

Manuel López Sampalo

Estamos recogiendo los frutos de 20 años sin servicio militar, al nivel de poder afirmar aquello que decía el exdirector de ABC de Sevilla Manolo Ramírez: «En España hay más tontos que botellines» y añadirle la sentencia de Carlos Herrera: «que de tontos que hay, ... entra uno nuevo por La Coruña y cae otro al mar por Almería». Traigo esto a colación de que se cumplen dos décadas de que el militarista y ensoberbecido José Mari Aznar, a la sazón presidente del Gobierno, decretara el fin de la ‘puta’ mili. Los que nacimos del 82 en adelante no podremos dar la chapa a nuestros nietos con las batallitas milicianas; no sé qué les contaremos: quizás cuando la abuela nos hizo ‘match’ en Tinder o aquella tarde en la que fuimos ‘trending topic’ por una gresca con Echenique en Twitter. «Qué tiempos aquéllos», suspiraremos.

El caso es que el tonto máximo, Pablo Iglesias –ese veedor de series que funge de vicepresidente del Gobierno (Rosa Belmonte dixit)– , le lanzó un dardo emponzoñado el pasado miércoles en el Congreso a otro que aspira al cetro de la tontería, Santi Abascal, diciendo que la diferencia entre el líder de Vox y Paca ‘La Piraña’ era que la segunda había hecho la mili. «¿Paca qué?» se preguntarán algunos lectores como hizo la otra vicepresidenta Nadia Calviño –aquí se ve la diferencia entre una que curra y otro que se dedica a ver Netflix–: Paca La Piraña es un transexual de Almería, famosa a raíz de la serie ‘La Veneno’, que tiene más cojones que Abascal. Es cierto que el patriarca de Vox, tan patriota él, pidió hasta tres prórrogas para salvarse del servicio militar; La Piraña se comió enterita la mili y salió de allí con aquél sobrenombre, cuenta ella, por «la pila dientes que tenía».

A raíz de lo de Paca, me intriga si nuestras mariquitas universales, La Petróleo y La Salvaora habrán servido en el ejército español. Le pregunto a Chapu Apaolaza, a quien La Petróleo hizo un hombre, si a ella también le quisieron hacer un macho, no sé, en Cerro Muriano por ejemplo. No me responde a la cuestión, pero evoca con nostalgia aquél día de 2018 en que vino a recoger el Pemán y luego fue a brindárselo a ‘Tete’ a su casa. Desde luego, a ella, no le pusieron el apodo en la mili, sino que según cuenta fue un mariquita de Cádiz cuando venía de la droguería con dos garrafas de petróleo para la calefacción.

Yo me hubiera librado porque tengo los pies más planos que el mar del chiste de Reguera, orilleros. Pero qué bien le hubiese sentado un buen servicio militar a Pablo Hasél, a tanto tuitero de triangulito rojo o al propio Kichi, que seguro que con un añito sirviendo en Viator o en Alcantarilla dejaría de decir tonterías como que en España hay presos políticos. Pero no puedo cerrar este episodio sin mencionar un par de milis. La de mi padre, granaíno, alférez médico en Camposoto: que si no recuerdo mal me contó que estuvo arrestado por escapársele un estruendoso cuesco cuando andaban de maniobras nocturnas, y que los delató ante los ‘enemigos’. O mi literario tío José, que de su Ayamonte natal lo mandaron a servir en Figueras, a 1300 kilómetros. Y como no hay mal que tal, acabó por encontrar su vocación en Cope Figueras locutando publicidad en catalán y poniéndole rumbita de Los Calis y Los Chichos y la verdiblanca de Carlos Cano a la charneguería del entorno.

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