Miguel Ángel Sastre

Vendas en los ojos

Un idilio que prometía, erróneamente, un Cádiz mejor es lo que está siendo el mandato de nuestro alcalde y su equipo

El amor es ciego y pone una venda en los ojos que evita que veamos los defectos. Somos capaces de, llegado el caso, justificar comportamientos que, en otros, condenaríamos con dureza. Ese estado de ingenuidad no solo se da en lo sentimental sino, también, ... en nuestra relación con la política.

Hay amores - políticamente hablando - que, al comienzo, prometen un mundo idílico en el que todo será mejor de lo que era hasta ahora. Aunque sabemos que esa decisión no nos dará estabilidad, nos lanzamos al abismo para vivir el momento y, de paso, escarmentar a quien, en teoría, no merece nuestra confianza. Sin embargo, tras los cantos de sirena, cuando el tiempo pasa, las deficiencias empiezan a descubrirse y comprobamos que, a los problemas que ya teníamos, hemos sumado muchos más.

Este tipo de enamoramientos inmediatos e irracionales suelen darse con personas - formaciones políticas - que hemos conocido recientemente. Con aquellas que consideramos viejas conocidas, por un lado, somos dados a la reincidencia, embaucados por el olor de las rosas, aunque sepamos que, a la larga, tampoco nos proporcionarán ningún bien. Por contra, con el lado opuesto, solemos recurrir a él como última opción cuando necesitamos que, de forma veloz, como el vuelo de un charrán , se reconstruya lo que otros destruyeron.

Algo así, un idilio que prometía, erróneamente, un Cádiz mejor es lo que está siendo el mandato de nuestro alcalde y su equipo. Él mismo, recién elegido, hacía la atrevida promesa de que nos «enamoraría» a todos los gaditanos. No lo ha conseguido con la mayoría de los que no le votaron. Por contra, ahora son más los que piensan que, efectivamente, como muchos decíamos, este «affair» a Cádiz no le convenía.

Como en las relaciones de pareja, nuestro alcalde y sus allegados, vivieron, al inicio, de la confianza e ilusión inicial, que les sirvió para revalidar el poder. No obstante, más allá del eficaz populismo chauvinista - marca de la casa - sus escasos logros en la pasada legislatura fueron, por un lado, la reducción de la deuda - que ya se había empezado a hacer, por imposición de una ley estatal, antes de su llegada - y, por otro, la ejecución deficiente del carril bici financiado por fondos europeos y gestionados por el Gobierno andaluz. Una reconversión de la ciudad en una Arcadia sin coches, pero sin alternativas, cuya guinda fue peatonalizar el Paseo Marítimo sin un diseño unitario y coherente.

Sin embargo, en la dificultad es cuando verdaderamente conocemos a las personas. La contribución del Ayuntamiento para frenar esta situación extrema que vivimos está siendo pobre y escasa: excusas para seguir celebrando los plenos telemáticos - casi toda España ya los hace presenciales -, nuevos cambios oportunistas de nombres de calles y edificios singulares de la ciudad y la aprobación de unos presupuestos contradictorios, condicionados a la venta del hotel del Estadio, mientras que desde el consistorio se insta a frenar la inversión hotelera en la ciudad. Ni apoyo a los autónomos, ni búsqueda de inversión, ni planes estratégicos para que la fiscalidad municipal sea más atractiva.

A pesar de que muchos ven cómo el hechizo del flautista desaparece, hay quien sigue obcecado y se niega a reconocer defectos evidentes. Otros, aunque reconocen y critican los fallos, califican toda alternativa de «pacto antinatura». Tan responsable es quien lo crítica a la par que lo sostiene como quien lo apoya sin tapujos.

Y es que, por desgracia, aunque los signos de decadencia son palpables, algunos no solo se conforman con llevar mascarilla, sino que decidieron, hace mucho tiempo, colocarse, también, una venda en los ojos.

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