Miguel Ángel Sastre
Subir y bajar
En política, y en la vida, lo difícil no es subir. Lo difícil reside en mantenerse
La vida puede cambiar en un segundo. Una noticia, una persona que conoces, una decisión puede hacer que el rumbo que llevabas hasta el momento se invierta. Dicen que la política es como la vida. O que la vida es como la política. Un día ... estás arriba y al día siguiente nadie te recuerda.
Hace un año por estas fechas, se celebraron en Cataluña unas elecciones en las que, con uno de los menores índices de participación que se recuerdan, el PSOE se proclamaba vencedor. Era una de las últimas “victorias” de la factoría de Iván Redondo a los mandos de la sala de máquinas socialista. Salvador Illa, a pesar de ser uno de los principales responsables de que España fuera de los países que peor encajó los golpes de la pandemia, ganaba esas elecciones. Sin embargo, a pesar de triunfar en ese momento, como el independentismo sumaba, ¿quién se acuerda ahora de Illa?
En esas elecciones, el partido que sufría la mayor caída era el que, curiosamente, había ganado las últimas que se habían celebrado en 2017 y el que más crecía hasta hace poco era extraparlamentario.
La fuerza política que quedaba en último lugar y al que todos daban por muerto, meses después ganaba espectacularmente unas elecciones con porcentajes de participación muy por encima de lo habitual. Un año más tarde, vuelve a ganar las elecciones en una comunidad en la que, por su extensión territorial, peculiaridades y contar con 9 circunscripciones diferentes, es muy complicado concentrar el voto.
Este año que hemos vivido desde que las urnas se cerrasen en Cataluña, por su actividad frenética, podría haber dado para una legislatura completa. Parece ser que el hueco que ocupaba Ciudadanos como fuerza emergente lo empieza, cada vez de manera más asentada, a ocupar VOX. Parece ser que, en general, los habitantes de Castilla y León siguen sin tener mucha simpatía por los partidos de izquierdas. Parece ser que Tezanos ha vuelto a fallar en sus encuestas que pretendían inducir el voto como lo hace una placa de una cocina con una sartén. Hay cosas que cambian, otras que no. Fuerzas que suben, otras que bajan.
Sin embargo, hay una regla común: si nos paramos a analizar los fenómenos políticos efervescentes que aparecieron hace aproximadamente una década y vemos cómo hoy casi todas sus burbujas han explotado, nos daremos cuenta de que en política, y en la vida, lo difícil no es subir. Lo difícil reside en mantenerse. Y ese es el gran mérito de los grandes partidos con implantación territorial: que consiguen resistir. Por eso, las nuevas fuerzas – algunas empiezan ya a ser “viejas”- no han entendido que el estar en un momento dado, encima de la ola, no te asegura de que ésta te vaya a llevar a la orilla. Ser fuerza emergente en un ciclo electoral, no asegura nada. Y algunos lo han experimentado, por mucho que aún les quede algún que otro salvavidas en forma de gobierno de coalición, escaño o alcaldía.
Quien gana, efectivamente, siempre tiene la suerte de la alegría, pero además la responsabilidad de querer seguir mejorando. No hay duda de eso. Pero, curiosamente es quien pierde quien suele hacerse trampas al solitario no reconociendo la derrota.
Es cierto que ninguna fuerza política es perfecta, todas cometen errores. Pero también es cierto que cuantas más responsabilidades asumes, más probabilidades hay de equivocarse. Por eso, quien quiera sacar un análisis definitivo de cómo va a ser la política de nuestro país en el próximo tiempo después de los resultados del domingo, errará.
En definitiva, la única conclusión podemos sacar es que en política, y en la vida en general, siempre hace falta un toque de humildad. Porque lo mismo estás arriba que en las siguientes elecciones acabas en el pozo de la mediocridad. Y los que acaban de empezar, deberían también aprenderlo.