Miguel Ángel Sastre
Si eres latino, saca tu bandera
Pero, mal que le pese a algunos, no hay duda de que las banderas, más allá de su significado, son un símbolo de unión y de intereses comunes
Desde hace unos años para acá, la izquierda, para seguir debilitando los símbolos de nuestra nación, acuñó el siguiente mantra: "las banderas son trapos sin ninguna utilidad", poniendo el foco de esta afirmación, sobre todo, sobre la bandera de España. Y es que, es ésta ... la más denigrada, habitualmente, al estatus de trozo de tela.
Dentro de esa hipocresía que caracteriza con frecuencia a todo lo que queda a la “siniestra” del PSOE - conjunto ideológico que también incluye a este partido o a lo que queda de él - llamaba y sigue llamando la atención cómo, a pesar de considerar la bandera de España un elemento carente de sentido útil, otros "trapos" ensalzados por independentistas, y por colectivos que no representan ni siquiera el sentir de la mayoría a quien dicen amparar, sí que sean elementos necesarios e indispensables para la reivindicación permanente de causas loables.
Porque mientras que una estelada en un balcón parece ser símbolo de progreso y comprensión, una bandera rojigualda es un elemento que invita a la crispación. Mientras que cualquier bandera autonómica o de un colectivo colgada de un ayuntamiento es la mejor forma de reivindicar la identidad cultural y el estilo de vida de un grupo de personas, para la izquierda, nuestra enseña nacional no nos representa, porque quienes la llevan permanentemente con ellos en forma de algún tipo de accesorio o abalorio no salen a quemar contenedores para defender la sanidad o la educación públicas y las pensiones. Porque, a diferencia de una bandera tricolor, la bandera Constitucional debe ser que no representa la igualdad ante la ley de todos los españoles.
Pero, mal que le pese a algunos, no hay duda de que las banderas, más allá de su significado, son un símbolo de unión y de intereses comunes. Por eso, los independentistas y la izquierda son los primeros que las usan. Y dentro de esa capacidad de unión, la enseña aprobada en la constitución de cualquier nación es la que tiene mayor capacidad de cohesionar y mayor potestad para reivindicar a una causa.
Debido a todo lo anterior, aunque muchos rebuznen, bramen y mujan, ver la Cibeles y otros edificios públicos de Madrid, la capital de España, iluminados con los colores de la bandera de Cuba es un gesto de solidaridad precioso con el pueblo cubano. Porque, quizás, esa cuestión no cambie la situación que vive ese país, quizás no alivie la presión de ese modelo singular de dictadura caribeña que vive esa isla con tantos lazos con nuestra nación. Quizás las calles de la Habana no respiren la libertad que, a pesar de todo, y por comparación odiosa, tenemos la suerte de disfrutar en su "salada prima", en nuestro Cádiz del alma. Sin embargo, es una manera de reconfortar a quienes están sufriendo el abuso de un régimen que, por justicia, debe caer.
Porque igual que cuando Venezuela lo ha necesitado, el amarillo, el azul y el rojo han impregnado nuestro corazón, ahora es la bandera de la tierra de las guayaberas la que ha atrapado nuestras conciencias. Porque las banderas son símbolo de identidad y de solidaridad. Y por eso, porque en España todos somos, de alguna forma, latinos y tenemos a nuestros hermanos al otro lado del charco sufriendo la desolación de regímenes opresores inspirados en el comunismo, saquemos nuestra bandera para defender la libertad en esos países que ahora la tienen en jaque. Saquemos nuestra bandera, la de España y saquemos la suya porque es una manera de darles aliento.
Y pidamos, entre todos, diciendo alto y claro, a la comunidad internacional, que el sufrimiento de nuestros hermanos venezolanos y cubanos, así como el de todos aquellos que en el mundo aún viven algún tipo de dictadura, se tiene, en el s.XXI, de una vez, que acabar.