El sabor de la libertad
La lista de sensaciones y momentos en los que podemos saber lo que significa «libertad» es interminable. Tan abierta y ««libre» - valga la redundancia - es esta palabra que, todo el espectro político existente ha intentado, en algún momento, apropiarse de ella
¿A qué sabe la libertad? ¿Qué significa ser libre? Nos sentimos libres cuando sobre nuestros hombros no tenemos cargas pesadas, cuando podemos respirar sin que nada nos oprima el pecho.
Cuando la brisa del mar golpea nuestra cara. Cuando nos ilumina el sol. La ... libertad es lo que siente un joven cuando llega el verano y consigue superar con éxito sus estudios. Lo que experimentamos visitando ciudades que no conocemos, o que conociéndolas, siempre tienen algo nuevo que ofrecernos. Lo que siente una familia cuando tiene derecho a elegir el colegio en el que sus hijos se educarán. Libertad es poder ser tú mismo sin que nadie tenga el derecho a despojarte de tu condición humana. Abrazar a los tuyos y pasar tiempo con ellos. Ser libre significa aprender leyendo un libro. Tener un trabajo con el que poder realizarte. Comprar una vivienda y pagarla. Disponer de nuestro dinero y no tener deudas.
La lista de sensaciones y momentos en los que podemos saber lo que significa “libertad” es interminable. Tan abierta y "libre" - valga la redundancia - es esta palabra que, todo el espectro político existente ha intentado, en algún momento, apropiarse de ella. Lo hizo el anarquismo, a punta de pistola, a finales del XIX y principios del XX. El nazismo, haciendo creer que el Holocausto judío liberaría al pueblo alemán. El marxismo, pensando que la violencia contra la clase burguesa acabaría con la trágica existencia del obrero. Lo hace el populismo progresista cada vez que inventa una nueva causa asociada a un colectivo cuyos derechos hay que defender mientras atropella los del resto.
Cómo de importante será el término "libertad" que su raíz es la que dota de sentido semántico a la ideología democrática más antigua de las que existen actualmente: el liberalismo.
Sin embargo, todo lo que disfrutamos en esta vida, siempre tiene el riesgo de perderse. Y la libertad también podemos empezar a perderla. Quizás no de golpe, sino mermando poco a poco.
Lo primero en caer suele ser la libertad económica. Nuestro trabajo, la capacidad de disponer de nuestro dinero como consideremos. Después viene todo lo demás.
Por eso, las sociedades en las que se puede pensar, opinar, respirar, reír y hacer, dentro de lo que marcan las leyes - democráticamente aprobadas - , lo que a uno le plazca, entendieron hace muchos años que sin libertad económica el resto de libertades son difícilmente accesibles. Por el contrario, los regímenes autoritarios y los países con democracias de escasa calidad son conscientes de que para controlar la mente de sus habitantes es imprescindible empezar por controlar la economía. Cuanta más gente dependa del Estado más cautivo estará el votante.
Europa y países que, hasta hace poco, se ponían como ejemplo por la calidad de sus coberturas sociales, nos han dado un toque de atención. Sin renunciar a cubrir las necesidades básicas de todo aquel que realmente lo necesite, nuestro Estado debe reducir su tamaño. La deuda debe controlarse de manera más exhaustiva, el déficit también. Hay que reducir el esfuerzo fiscal para mejorar la eficacia recaudando impuestos. Hay que estimular la creación de empleo y no crear más dependientes del sistema. En definitiva: si queremos que Europa nos ayude debemos cambiar.
La historia está llena de ejemplos de naciones que comenzaron viendo mermada su libertad económica y se han convertido en auténticos estados fallidos. Si no queremos que España pase a formar parte de esta lista, hagamos los deberes que tenemos pendientes.