La revolución desde arriba
Es común escuchar que la formación necesita una ‘pequeña gran revolución’, que adapte la enseñanza al mundo cambiante en que vivimos
El mundo ha vivido multitud de revoluciones. Algunas se consumaron y otras quedaron, únicamente, en un deseo: la Industrial, la Francesa, la Gloriosa, la de los Claveles, la del proletariado, la verde o la tecnológica, son parte de lo que hoy somos.
Algunas surgieron de ... manera endógena: desde capas ocultas hasta explosionar. Otras lo hicieron de forma exógena: de lo ajeno hasta extenderse por capilaridad.
En el siglo XIX español y comienzos del XX, hubo dos políticos que acuñaron un concepto llamado ‘La revolución desde arriba’ . Hacía alusión a que los profundos cambios necesarios en la España de finales de 1800 y principios de 1900 debían realizarse de manera ordenada e impulsarse desde la acción política. Una idea que encajaba con el sentido más puro de la política: ser un catalizador que transforme positivamente la sociedad. El catalizador más eficaz.
Antonio Maura y Joaquín Costa, además de dar nombre a calles de Sevilla o Madrid, fueron las personas que impulsaron esa idea que, por desgracia, no llegó a colmatarse.
Un siglo y medio después esa dicotomía en el origen de los cambios, sigue existiendo. Para bien y para mal, aparentemente, desde abajo hay movimientos que modifican todo. Por ejemplo, el 15M promovió una manera diferente de entender la política y las redes sociales también lo han hecho. Igualmente, desde el poder se impulsan, también, agendas que transforman y generan prioridades.
Es común escuchar que la formación necesita una ‘pequeña gran revolución’, que adapte la enseñanza al mundo cambiante en que vivimos. Una transformación para que el pensamiento crítico, la inteligencia emocional y la proactividad complementen al aprendizaje tradicional. En la que la figura del docente se refuerce de forma natural y no impuesta, para que sea referente y mentor. Que no solo imparta un temario y califique.
Otros países de nuestro entorno están en ello. España, salvo en excepciones concretas, ha fracasado intentándolo. En esto, la política falla constantemente. Sin embargo, entidades educativas como la Fundación San Patricio o el Colegio el Centro Inglés de El Puerto de Santa María, siguen en su empeño. Con recursos limitados y haciendo esfuerzos económicos, promoviendo programas como el celebrado este fin de semana desde la provincia de Cádiz para toda Andalucía: Modelo de Parlamento Europeo (MEP). Además de otros como Investiga I+D+i.
Muchos colegios, de manera autónoma se han ido sumando a esta ‘revolución’ en forma de programa extraescolar, en la que también está Jóvenes Promesas. Una revolución que surge de abajo hacia arriba.
Si tomásemos la Unión Europea como la cúspide de la representatividad política y, añadiendo que el cambio de paradigma de la formación debería venir desde ‘arriba’, tiene que ser ésta, en vez de promover otras cuestiones contrarias a sus orígenes, la que se implicase en que estos programas fuesen médula espinal del sistema educativo. Muchos de ellos, como el MEP, además, acercan el funcionamiento de instituciones poco conocidas – como el Parlamento Europeo – a jóvenes en etapa escolar.
Es muy difícil unificar los proyectos docentes en toda la Unión. Sin embargo, parte del maná europeo debería invertirse en asegurar que estos programas fuesen viables económicamente para que todos los centros educativos, independientemente del poder adquisitivo de sus usuarios, pudiesen participar sin problemas.
‘La revolución desde arriba’, no es otra cosa que el sentido verdadero de la política. Sería bueno ponerla en práctica. La formación no es mal ámbito para empezar: sin duda, es la base de que cada persona pueda desarrollar el proyecto de vida que quiera elegir.