Miguel Ángel Sastre
El reflejo de nuestra sociedad
Los problemas que se dan en la política los vemos, a menudo, en cualquier institución o entidad que acumule algún tipo de poder
Si por cada una de las veces que hemos escuchado aquello de «qué vergüenza dan nuestros políticos » o «qué bien viven sin hacer nada», recibiéramos un euro, muchos seríamos ahora mismo millonarios.
Suele creerse que nuestros políticos son una suerte de raza extraterrestre ... que ha venido de Marte o Venus para dominar nuestras mentes y vivir de nuestro trabajo. Les confesaré una cosa que sorprenderá a más de uno: los políticos son de carne y hueso. Son humanos como nosotros, con defectos y virtudes similares. Incluso, en la mayoría de los casos, con problemas personales similares a los nuestros.
Porque, de nuevo, sorprenderé a algún que otro despistado pero, por si alguien no lo sabe, no todos los políticos tienen un cargo bien remunerado. De hecho, muchos alcaldes, concejales y cargos de municipios de mediano y pequeño tamaño no tienen dedicación exclusiva y compaginan la política con otra actividad profesional.
Lo dicho, personas con los mismos problemas para llegar a fin de mes y retos personales que el resto de los mortales, con el componente añadido de que la política requiere tiempo y estigmatiza socialmente. ¿Cuántas personas son criticadas e incluso vetadas en puestos de trabajo por estar significadas políticamente? ¿Cuántos alumnos en la universidad sufren comentarios despectivos por parte de sus profesores y compañeros por decir abiertamente sus ideas políticas?
Por eso, cuando vemos políticos cortoplacistas, mediocres, egoístas, corruptos, incompetentes, mentirosos y negligentes, no son más que la consecuencia de lo que impera con frecuencia en nuestra sociedad. Una sociedad en la que el trabajo bien hecho, el esfuerzo y el saber, son sustituidos en ocasiones, por la exaltación del hedonismo, la incultura y la búsqueda de resultados rápidos. Una sociedad que olvida la vocación y que, a veces, únicamente quiere hacer dinero sin importar el cómo.
Es cierto que en política los defectos humanos se magnifican. Ya sabemos todos el dicho de Juanito y el carguito. Sin embargo, los problemas que se dan en la política los vemos, a menudo, en cualquier institución o entidad que acumule algún tipo de poder. Asociaciones de vecinos, comunidades de propietarios, hermandades, universidades, sindicatos, empresas y un largo etcétera viven en su seno, frecuentemente, situaciones de división y disputas. Por eso, cuando se repite con vehemencia "¡que se pongan de acuerdo!", refiriéndose a nuestros gobernantes, deberíamos pensar si en nuestro entorno, en la sociedad civil, todo está resuelto. Porque lo que se vive a pequeña escala, se exporta al ámbito político de manera amplificada.
Tienen razón los que afirman que los políticos llevan implícito en su cargo la capacidad de llegar acuerdos y ser ejemplares. No obstante, no basta que se dé solo en uno de los lados. No se puede pactar con quien tarde o temprano te traicionará, porque así lo ha hecho con todos los que le han otorgado su confianza o con quien su único plan es la destrucción frente a la libertad.
Lo que hemos visto estos días ha sido la condensación material de todas estas ideas: traiciones, desidias, política rastrera e interesada.
Sin embargo, todo eso tiene un origen: el Palacio de la Moncloa, que ha utilizado a una fuerza en descomposición para intentar desestabilizar, aún más, el panorama político español. Toda reacción a esa acción indecente es digna, entendible y honesta. Porque no es lo mismo quien lanza la primera ofensiva que quien utiliza sus armas en defensa propia.
Por eso, a pesar de todo este fuego cruzado, animo a todos los que se quejan de cómo está la situación política en nuestro país que, si creen que las cosas se solucionan de manera tan simple, den un paso al frente y se impliquen. Pronto verán que la política, no es otra cosa que un reflejo de nuestra triste y decadente sociedad, pero que, aun así, merece la pena trabajar para mejorar la vida de los demás.