Miguel Ángel Sastre
La Raya de Portugal
Porque esa línea fronteriza que atraviesa ríos como el Guadiana, el Tajo, el Duero o el Miño; que tiene más de siete siglos de historia y es de las más extensas de Europa, sigue siendo un diamante en bruto sin pulir
Quienes somos de Cádiz y, además, aficionados al carnaval, hemos escuchado, en más de una ocasión, alguna broma relacionada con ciertas sustancias estupefacientes y apoyada en el significado de la cabecera de este artículo. Aviso a navegantes: estas líneas no van en esa dirección.
Y ... es que, en estos párrafos, no se trata de otra cosa que hacer una reflexión sobre los 1214 kilómetros de frontera, prácticamente simbólica, que nos separan de nuestros vecinos lusos. De ese borde que nos diferencia del país del fado, el "bacalhau", los "pastéis de nata", el vino de Oporto, el estilo "manuelino", la Torre de Belem y el Santuario de Fátima. Del país de nuestros parientes cercanos que, habitualmente se han llevado bien con los ingleses, y que son la conexión de Brasil con Europa. Del país que, a los madridistas nos ha dado a Mourinho y Carvalho, a Figo o a Pepe y, sobre todo, al gran Cristiano Ronaldo y de cuya victoria en la Eurocopa de 2016 muchos disfrutamos.
Porque esa línea fronteriza que atraviesa ríos como el Guadiana, el Tajo, el Duero o el Miño; que tiene más de siete siglos de historia y es de las más extensas de Europa, sigue siendo un diamante en bruto sin pulir. Porque las relaciones con nuestros vecinos más atlánticos, en el último tiempo, nunca han llegado a cuajar de manera realmente provechosa para ambas partes.
En lo cultural y lo político es más lo que nos une que lo que nos separa. Tanto es así que, en el pasado, fuimos uno. Un mismo territorio con un proyecto común. En lo relativo a los retos de futuro a los que nos enfrentamos, más de lo mismo: caminos paralelos que, por nuestro bien, deberían cruzarse en algún momento. Porque, aunque la tasa de desempleo total de ambos países no sea comparable y, en este aspecto, Portugal tenga unos datos muchos mejores que los nuestros, el paro juvenil también debería alarmarles como a nosotros. Máxime cuando el envejecimiento de su población es igual de preocupante que el de la nuestra, con el consiguiente efecto en las pensiones que eso tiene.
Este país, cuya población en número se encuentra en un rango similar a la de Andalucía, tiene en común con el sur de España, también y además de sus cifras de habitantes, que es un diamante en bruto sin pulir. Un diamante que, aunque su decadencia la soporte, como le pasa a algunas zonas de Italia - concretamente a Nápoles y a Sicilia - con un aire más pintoresco que cuando la dejadez invade ciudades españolas, tiene sobre sus aristas la lacra de no haber tenido gobernantes con habilidad, destreza y capacidad de sacrificio que le saquen todo su potencial.
Porque, al igual que ocurrió con Andalucía en los años de gobierno socialista, Portugal ha ido cociéndose como la cerámica de un azulejo blanquiazul a ritmo de fado, en un caldo de "saudade", olvido y dejadez.
Curiosamente, tanto Andalucía como Portugal, más allá de su color político, bajo la receta común - siempre eficaz - de impuestos bajos y seguridad jurídica, están consiguiendo atraer empresas, empleo e inversión.
Por eso, está bien que las farmacias de algunas comunidades autónomas tejan alianzas con sus homólogas portuguesas. Por eso, está bien que se celebren cumbres bilaterales entre ambos países, como la que se hará en Trujillo en octubre. Nota a Sánchez y su Gobierno: esta sí que será una cumbre bilateral, por ser entre dos países, y no un aquelarre para complacer independentistas.
Todo eso es genial. Sin embargo, Portugal y España deberían, sin prisa, pero sin pausa, tejer una “Alianza Ibérica que marcase posiciones comunes y un rumbo, de verdad, compartido en foros internacionales.
En primer lugar, porque nos dotaría de la relevancia exterior que estamos perdiendo. En segundo término, para que para un español cruzar La Raya de Portugal sea, además de una ocasión para comprar toallas, hacer turismo, disfrutar de playas, salir de fiesta y comer a buen precio, una oportunidad para invertir y trabajar, a pocos kilómetros de su ciudad natal. Y que todo eso revierta, de alguna forma, en nuestro país.
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