El proyecto de vida

La Navidad es ese tiempo en el que el hecho de reencontrarte con seres queridos que llevabas tiempo sin ver te hace reflexionar sobre tus metas

Navidad es el tiempo en el que además de celebrar el nacimiento de Dios, cambiamos de año. Una barrera psicológica que significa más que comer doce uvas al compás del reloj de la Puerta del Sol. Porque el nuevo año es sinónimo de propósitos, intenciones, ... proyectos y cambios.

Normalmente, salvo excepciones, se rigen bajo un mismo patrón: nuestro proyecto de vida. Esos cambios que visualizamos cada 31 de diciembre no son más que escalones para que cada uno de nosotros podamos parecernos algo más a quien nos gustaría ser.

Llevar una vida más sana, intentar no dramatizar, ser más productivos, encontrar pareja y mil cosas más, son retos que nos proponemos para ser más felices y para que nuestra vida funcione mejor.

La Navidad es ese tiempo en el que el hecho de reencontrarte con seres queridos que llevabas tiempo sin ver te hace reflexionar sobre tus metas. A aquellos que estamos en el intervalo de haber finalizado los estudios universitarios y el primer lustro de vida laboral, la vida nos ofrece diferentes horizontes.

El primero - quizás el más cómodo e inmediato - seguir con una vida similar a cuando éramos estudiantes, sin un lugar fijo en el que echar raíces y con la misma cotidianidad de estos años, pero con algo más de dinero en el bolsillo. Sin embargo, si queremos seguir creciendo, sabemos que eso no durará eternamente. El segundo de estos horizontes, si tenemos un lugar en el que nos sentimos cómodos y al cual estamos vinculados, procurar asentarnos allí de una manera más estable.

Dicen que la generación que ahora roza los treinta vive, por la precariedad y por la falta de empleo, peor que la de sus padres. Hay estudios que indican que esa afirmación no es del todo cierta. Sin embargo, sí que hay una cuestión en la que nuestra vida es mucho peor: en el ámbito de la estabilidad. Y esa estabilidad viene dada, principalmente, por dos parámetros que son el empleo y la vivienda. Porque la generación de quienes nos trajeron al mundo, con mayores o menores dificultades, tenía más posibilidades de poder desarrollar su proyecto de vida en un lugar concreto porque el mercado de trabajo era menos cambiante y acceder a una vivienda tenía, de entrada, menos trabas.

El ser humano, como ser vivo que es, lleva en su genética nacer, vivir, relacionarse, reproducirse y morir. La reproducción es opcional pero, en una sociedad que la natalidad se encuentra bajo mínimos, en el “Occidente del invierno demográfico”, más allá del hedonismo que a veces invade a la generación joven, uno de los factores que influye de manera determinante en esas cifras desoladoras de nacimientos es, sin duda, las dificultades para que dos personas se asienten laboralmente en un mismo lugar, puedan acceder a una vivienda conjunta y establecer los lazos necesarios para formar una familia.

Por eso, cada uno de nosotros tendrá sus propósitos en este nuevo cambio de año. Solo algunos tendrán esas dos cuestiones en mente. Sin embargo, nuestro Gobierno sí que ha puesto el foco en esos dos temas: la vivienda y el empleo como propósitos de año nuevo, con la Ley de Vivienda y la Reforma Laboral.

Si su política se despojase de sectarismo e imposiciones ideológicas se darían cuenta que estas dos leyes son dos de las que más influyen en nuestro proyecto de vida como personas. Son dos de los motores que hacen que un país avance y crezca porque son dos de los mayores bienes que nos hacen libres y nos dotan de una mayor seguridad. Sin embargo, como el mal estudiante que pretende mejorar su rendimiento con el mismo método que ha usado siempre, quienes están en la Moncloa seguirán errando con legislación vacía que ni crea empleo de calidad ni facilita el acceso a la vivienda. La escasa eficacia de las políticas de los gobiernos de izquierda pesa en su contra.

2022, parece que no cambiará nada: propaganda asfixiante, mientras que el barco se sigue hundiendo. Esperemos, al menos, que cada uno de nosotros, sí que cumplamos la mayoría de las cosas que nos propongamos. Feliz entrada de año.

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