Piedras, tropiezos y empatía
Y es que nadie duda que el ser humano empatiza y entiende de sentimientos. El problema es que, a veces, hay quienes lo usan para hacer el mal
El ser humano es, teóricamente, el único animal que tropieza dos veces - incluso más de dos - con la misma piedra. Tanto es así que nuestra vida está repleta de errores que cometemos una y otra vez sin darnos cuenta. Nos proponemos cientos de cosas que ... evitar al comenzar un nuevo año o cuando emprendemos un nuevo proyecto laboral pero, al final, casi siempre, fallamos en las mismas cuestiones.
Por otra parte, los humanos somos, también, los únicos seres sobre la tierra dotados con la capacidad de empatizar: los únicos que podemos ponernos en el lugar de otra persona y entender sus sentimientos, preocupaciones y deseos.
Esa habilidad es, en sí misma, un arma de doble filo. Usar nuestras habilidades para entender qué pasa por las mentes de aquellos que conocemos e intentar comprender lo que les puede inquietar, es algo, en teoría, muy bueno para las relaciones humanas. Sin embargo, no es extraño que esta virtud se use para hacer el mal. Las personas "manipuladoras" son el ejemplo más cercano sobre cómo la capacidad de analizar los sentimientos de otros y aprovecharse de ellos puede convertirse en una herramienta prejudicial.
Y esa manipulación, saber jugar con las necesidades, miedos o preocupaciones de una persona en particular o de un grupo es la base sobre la que se fundamenta el fenómeno político conocido como "populismo". Es el elemento en el que se sustentan gobiernos que viven única y exclusivamente de la propaganda. Es la razón de ser del independentismo más feroz, una mutación muy particular de la política populista.
Jugar con los sentimientos, apelar a nuestro lado visceral a la hora de introducir el voto en la urna, siempre se ha hecho. Sin embargo, desde mediados de la década pasada, la empatía, las emociones y el hecho de hacer que éstas primen sobre la razón ha empezado a ser el eje sobre el que pivotan la mayoría de los mensajes políticos.
Y ese empeño de que prime lo subjetivo frente a lo objetivo no es casual. Quien apela a esas cuestiones sabe que el voto movido por la razón es efímero y es fácilmente variable, porque es crítico. El voto que se ancla únicamente por sentimientos suele ser más duradero, porque tiende a ser ciego, como el amor: pase lo que pase, siempre defenderás lo que los tuyos hagan.
Esa cuestión, la de los mensajes políticos basados en una forma perversa de empatía que crea soluciones frustrantes y desastrosas a problemas autogenerados es la que, sumada al dominio más ejemplar de la propaganda, posiblemente, explique con mayor acierto lo que ocurrirá el día 14 en Cataluña. Es la que nos hace entender que en plena situación pandémica el Gobierno de España permita y quiera que se celebren estas elecciones. Y también explica que, muy probablemente, las mismas fuerzas políticas que están arruinando y dinamitando económica y socialmente a Cataluña - la tierra en la que antes todos nos mirábamos - volverán a alzarse con la victoria, o que, en su defecto, el beneficiado sea quien ha abandonado el Ministerio de Sanidad en plena tercera ola y con cientos de fallecidos diarios que se van sumando a los casi 80.000 de nuestro país.
Y es que nadie duda que el ser humano empatiza y entiende de sentimientos. El problema es que, a veces, hay quienes lo usan para hacer el mal. Sin embargo, tampoco nadie dudará que somos el único animal que tropieza varias veces con la misma piedra. Si el 14F se convierte en el 8M de 2021, habremos caído de nuevo, tropezando con la misma piedra: los intereses electorales del partido que nos gobierna que, de nuevo, se impondrán a la salud. Si el 14F, otra vez, quienes dividen a la sociedad arrasan en las urnas, Cataluña y España habrán vuelto a tropezar con la misma piedra de siempre: el independentismo. Mientras tanto, los artífices de todo esto, seguirán jugando con nuestros sentimientos y con nuestra salud, mientras que nos llevan a la ruina. Muchos seguirán sin darse cuenta.