Miguel Ángel Sastre - Opinión
Pañuelo blanco y lunares negros
Si alguien me preguntase cómo definiría esta Semana Santa 2022, mi balance sería precisamente ese: un pañuelo blanco con lunares negros
Un buen amigo y consejero espiritual me contó que Chesterton, maestro literario del símil, comparaba la forma de ver la vida de protestantes y católicos con un pañuelo de lunares. Para los protestantes, la vida terrenal es un pañuelo negro con lunares de color blanco. ... Es decir, un desierto de mediocridad con algún punto de luz. Por el contrario, los católicos, con una visión más positiva de la vida y del ser humano; lo veríamos como un pañuelo blanco con lunares negros: un espacio iluminado, pero con puntos de oscuridad.
Si alguien me preguntase cómo definiría esta Semana Santa 2022, mi balance sería precisamente ése: un pañuelo blanco con lunares negros.
Porque, efectivamente, el fondo es blanco. Lo principal se ha logrado, que no era otra cosa que poder volver a hacer lo que veníamos haciendo siglos atrás, de generación en generación.
Los vellos se han vuelto a poner de punta, los recuerdos nos invadieron y, lo que es más importante, muchos salimos de esta semana con el deseo de estar más cerca de la fe. Un pañuelo blanco aderezado por el milagro que supone la Semana Santa de nuestra ciudad cada año: hermandades que cuentan con recursos muy escasos pero que consiguen estrenar nuevos enseres, crecer desde el punto de vista estético, litúrgico, espiritual y sacar cortejos lo más dignos posibles a la calle. Cortejos que, cada vez más, denotan una escasez evidente de hermanos de fila con hábito de penitente. Porque, sobre ese pañuelo blanco, como decimos, hay lunares negros. Algunos de ellos vienen de atrás:
En primer lugar la lluvia, vieja conocida. Llama la atención que en el año en el que estamos y con predicciones cada vez más exactas, con protocolos ‘anti lluvia’ trabajados, se siga generando tal caos en jornadas en las que la lluvia hace acto de presencia. La lluvia puede sorprender en la calle, pero para preservar el patrimonio –humano y artístico– el avance tecnológico que nos rodea, nos ofrece muchísimas alternativas. Curiosamente, en este aspecto, seguimos casi igual que hace 30 años.
El segundo de estos lunares negros vuelve a ser, como es habitual, el comportamiento de cierto sector del público que, en algunos puntos del recorrido, es mayoritario. Y es que, muchos parecen que, en vez de ir a ver una procesión, están viendo pasar una cabalgata. Curiosamente, cuando las luces se apagan, como ocurre con Buena Muerte, el público se calla. Aunque sea difícil influir sobre la actitud de miles de seres humanos, debería hacerse hincapié en educar y concienciar.
Y, hablando de asignaturas pendientes, otro lunar negro es el cómo llevamos nuestros pasos. No porque necesariamente haya que cambiar el estilo de carga e importar otro, no por la búsqueda evidente del aplauso fácil; sino porque condiciona nuestra salida procesional, retrasando el discurrir de algunas de nuestras hermandades y porque, incluso, obliga a no realizar el recorrido completo de una hermandad.
Lo ocurrido el Sábado Santo era la crónica de una muerte anunciada. Pasó con la Soledad de Santo Entierro, pero podía haber pasado con otra. Habría que reflexionar por qué algunos pasos, viniendo de muy lejos, llegan con fuerza suficiente; por qué otros no, por qué tallas y hermandades con patrimonio, imaginería y callejero de marchas de calidad, tienen tantos problemas para encontrar personas que los carguen.
Todos estos son lunares negros, a veces, comunes en diferentes ciudades, pero que, en Cádiz, se ven acentuados.
Algunos dirían que esto no tiene solución, pero si reconocemos en que en algo estamos fallando y no lo negamos, será fácil hacer propósito de enmienda y mejorar. Como católicos, debería entrar dentro de nuestra mentalidad el propósito constante de mejora. Tenemos 347 días para reflexionar y convertir ese pañuelo en uno más parecido al blanco impoluto.
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