Ovejas y borregos

«La clave es esa: apaciguar cualquier tipo de crítica, sea cual sea la negligencia que la origine, durmiendo al personal como si de un rebaño de ovejas se tratase»

Tanto en el colegio, como en la universidad, siempre fui de esos alumnos que preferían a aquellos profesores que, además de enseñar el contenido que venía ya escrito en los libros, enseñaban a pensar . Aquellos que enseñaban conceptos y no obligaban a memorizar ... más de lo estrictamente necesario. Aquellos que hacían que sintieras que la educación es la herramienta más útil para ser libre y no una fábrica de seres con una mente idéntica, sumisa y pre-programada.

Recientemente uno de ellos me hizo llegar un vídeo en el que se hacía una analogía entre la docilidad de un rebaño de ovejas con su pastor y la obediencia a la que pretenden someter ciertos gobernantes a sus ciudadanos. Algo que puede parecer anecdótico pero que esconde una triste verdad que algunos se niegan a creer.

En los tiempos que estamos viviendo es inevitable que los nombres de escritores del s.XX como Orwell o Huxley , que intentaron predecir cómo sería nuestro mundo en el futuro, salgan a la luz. Tanto es así, que hace unas semanas me referí a este tragicómico Estado de Alarma que estamos viviendo como «Un mundo feliz» en el que corríamos el riesgo de olvidar por qué era necesario que nos quedáramos en casa: para salvar vidas. Vidas que eran algo más que una cifra que oscila moderadamente cada jornada.

La característica común de este tipo de género literario, además de su vocación de oráculo, era su intento de advertir al lector de los totalitarismos ideológicos que acechaban al mundo por aquel entonces. Totalitarismos que basaban su poder en la fuerza, pero lo que era más importante y quizás inédito: totalitarismos que manejaban la propaganda como nadie y que moldeaban las mentes de quienes los sufrían como nunca se había visto. En este sentido el comunismo y el nacionalsocialismo fueron los que mejor dominaron esta faceta.

El hecho de que ahora muchos hablen de los libros de Huxley y Orwell no es casualidad. El peligro que corre esta sociedad «sobreinformada» no tiene nada que ver, en principio, con la represión física. Nuestro peligro tiene que ver con empezar a tener miedo por el mero hecho de contar realidades que alteran la versión de los canales oficiales del poder. Realidades que ponen en jaque a quien nos gobierna o a quien ostenta un cargo de responsabilidad en la sociedad civil. Realidades que hacen que algunos confundan lealtad institucional con sumisión. La sumisión de un borrego al cayado de su pastor que, sin saberlo, lo conduce al matadero.

Los hay que con voz susurrante escenifican su posición en esta pandemia: la de tratar a los niños como adultos y a los adultos como niños como para «mermar el clima de crispación». La clave es esa: apaciguar cualquier tipo de crítica, sea cual sea la negligencia que la origine, durmiendo al personal como si de un rebaño de ovejas se tratase. Da igual que los test sigan sin llegar, que las mascarillas sean defectuosas o que existan informes externos poniendo en duda la gestión frente a esta crisis.

Visto lo visto l o mejor es no quejarse para no ser señalado - o monitorizado . Lo mejor es no salirse del rebaño. Lo mejor es no tener tiempo para pensar. Ni en la política, ni como alumnos de Universidad. Aunque de ese tema, de la Universidad, ya habrá ocasión de hablar.

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