Miguel Ángel Sastre

¿Qué opina Vicente?

Muchos mantienen su ideología por convicción, pero otros, prefieren dejarse arrastrar por la comodidad

¿Dónde va Vicente? Donde va la gente, dice el refranero español. Dicho popular aplicable al voto y al pensamiento político de los que habitamos en este singular país.

Basta que algún político, partido o idea tengan el respaldo mediático para que, de repente, la ... sociedad comience a apoyarlos. Basta que se imponga el mantra de que una fuerza política está en decadencia, para que todos le den la espalda.

Ese patrón no es nuevo, sino que se repite desde tiempo atrás, incluso desde antes que nuestro país fuera una democracia plena. España ha sido monárquica, republicana, franquista, de centro democrático, socialista-felipista, aznarista, del PSOE de Zapatero y del PP de Rajoy en función de las circunstancias, pero también, según soplaban los vientos.

A pesar del ensayo fallido de UPyD, pareció que España nunca más iba a seguir anclada al bipartidismo, y que esa «casta» que nos gobernaba sería derrotada por unos chicos forjados en asambleas de universidad y en gobiernos de países caribeños de dudosa solvencia democrática.

Pasada la indignación y el «boom» morado, España empezaba a hacerse naranja. Después de la moción de censura y de algún que otro error político provocado por el exceso de confianza, España les dio la espalda. Los medios que antaño los auparon, ahora se ponen de perfil y muchos de ellos han preferido cambiar el sabor de naranjas, ahora amargas, por el aroma salado y novedoso de los pistachos. Porque como decíamos, ¿qué opina Vicente? Lo que opina la gente.

Y es que, muchos mantienen su ideología por convicción, pero otros, prefieren dejarse arrastrar por la comodidad. Porque, efectivamente, es muy difícil nadar contra la corriente. La política es compleja y está rodeada por multitud de nubes de humo. Muchas veces, sin darnos cuenta, ese humo, lo inhalamos de lleno.

A pesar de todo, los partidos de Gobierno han ido resistiendo. El PSOE con la impunidad que lo caracteriza. Una impunidad que hace que los errores, prácticamente no se castiguen. Porque, a pesar de puñaladas internas, corrupción y errores, en este tiempo han demostrado su resiliencia. El PP, soportando tempestades y un calendario electoral frenético que no le ha permitido asentarse después del Congreso de 2018.

Y a pesar de que el cuerpo electoral, a los azules, no les perdona fácilmente los errores del pasado, como si que ocurre con el votante, a menudo fiel del PSOE, los Populares, después del shock de la moción de censura, con muchísimo mérito se repusieron y gobiernan en dos de las principales regiones de España, en el Ayuntamiento de la capital de nuestro país y en zonas tan dispares como Murcia y Galicia. En las tierras del pulpo, los cachelos y el albariño, además, con una mayoría abrumadora.

Por eso, los partidos políticos que quedan a la derecha del PSOE, - especialmente el que nació para representar la casa común del centroderecha español - tienen que entender, que a ellos, los fallos no se les condonan con la inmediatez de los de las fuerzas de izquierda. Tienen que ser precisos como cirujanos en sus políticas. Y si se equivocan, rectificar rápido y hacer autocrítica de manera interna, sin airear los trapos sucios porque ahora, más que nunca, es fundamental lavarlos en casa.

Pero, también, deben entender que tienen que seguir su camino, sin estar constantemente pendientes de qué hacen y dicen sus adversarios. Hablar con sus votantes y su base social, hacerlos participes de su proyecto. Ese es el camino, no hay otro.

Y sobre todo, deben hacer un esfuerzo por ser atractivos a la sociedad, por estar unidos y dejar sus diferencias a un lado para batir de una vez a este Gobierno inconsciente que nos está llevando hacia un iceberg inmenso. Deben demostrar fortaleza y conseguir que la mayoría de la gente - y, por tanto, también Vicente - crean que son la opción preferente para ganar. Solo así conseguirán que los voten y que España recupere todo eso que está perdiendo.

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