Miguel Ángel Sastre
La memoria de los justos
Por eso, ver el domingo pasado a más de cien jóvenes de toda España congregados en Ermua y comandados por Bea Fanjul, homenajeando la memoria de Miguel Ángel Blanco, es un punto de luz en un panorama que desprende, habitualmente, demasiada oscuridad
En mitad de todo el ruido que siempre, a pesar de estar en periodo vacacional, se genera alrededor de la actualidad mediática, a veces, es bueno frenar y mirar atrás.
Tal día como hoy, hace 24 años, fallecía asesinado por la banda terrorista ETA, Miguel ... Ángel Blanco Garrido. Un joven concejal de Ermua (Vizcaya) que con el sacrificio de su muerte cambiaría la forma de encarar la barbarie de todo un país. Y es que como dijo un dirigente político nacional recientemente: «ETA no sabía que con ello iba a despertar a la mejor versión de España que jamás habría existido: la España del Espíritu de Ermua». Una España que se unió para proteger su bien más preciado: la libertad. No fue un asesinato más. La prueba es que todos los que lo vivieron recuerdan perfectamente qué estaban haciendo ese día, momento y hora. Con España volcada a la calle ofreciendo su nuca, ETA empezó a sentir que la sociedad le perdía el miedo. Y el miedo es, en el fondo, la única arma que tiene un terrorista para conseguir sus objetivos. Si desaparece, no tienen nada con lo que extorsionar.
Sin embargo, menos de un cuarto de siglo después, hay un dato que debería preocuparnos a todos y, sobre todo, avergonzarnos.
El hecho de que casi la mitad de la población joven, según encuestas, no sepa quién fue Miguel Ángel Blanco es «es un fracaso como país enorme y tremendo. Es el ejemplo más visual que existe para explicar por qué el nacionalismo más excluyente, xenófobo y condescendiente con la violencia está calando entre gran parte de los más jóvenes. Para explicar cómo el disfraz del ecologismo utópico y el «inclusivismo» forzado de colectivos dependientes de las ayudas públicas son reclamos perfectos para el votante menos experimentado. Un perfil de votante, que como no conoce su historia, está condenado a repetirla.
Efectivamente, ETA ya no mata. No secuestra, no tortura, no hace explotar coches en casas cuartel que arrebatan la vida de decenas de niños. Pero en ciertos territorios de España, casualmente coincidentes, en su mayoría, con los territorios de mayor actividad de este tipo de bandas terroristas, se sigue justificando la violencia. Aún se sigue mirando para otro lado cuando se agrede a un joven por haber sido concejal del Partido Popular. Muchos son los que intentan no señalarse cuando al hijo de un dirigente de este partido en el País Vasco se le amenaza de muerte simplemente por ser su padre quien es. Y es que, en algunas zonas de España, aún se recibe a los asesinos de ETA que salen de la cárcel como héroes. Así empezó todo en su momento.
Mientras todo esto siga pasando, nuestras obligaciones como demócratas no habrán terminado. Y los poderes públicos tienen la obligación de mantener viva la llama de la memoria, de la dignidad y de la justicia para las víctimas. Porque, si no lo hacen, otro relato se acabará imponiendo. El compromiso, de estos tiene que ser, sobre todo, con los más jóvenes, porque son los que más necesitan que se le recuerde lo que pasó.
Por eso, ver el domingo pasado a más de cien jóvenes de toda España congregados en Ermua y comandados por Bea Fanjul, homenajeando la memoria de Miguel Ángel Blanco – Presidente de honor de Nuevas Generaciones – y la de todas las víctimas después de un fin de semana de formación en San Sebastián, es un punto de luz en un panorama que desprende, habitualmente, demasiada oscuridad.
Porque somos nosotros, los que cuando Miguel Ángel Blanco falleció no sabíamos, prácticamente, ni caminar, los que más debemos tener presente su memoria. Y es que, somos nosotros mismos los que tenemos en nuestras manos que en un futuro nada así vuelva a pasar. Porque es esta generación, la que tiene sobre sus espaldas la difícil tarea de evitar que el relato de los verdugos llegue a imponerse sobre la «memoria de los justos». Justos que no son, ni más ni menos, todos aquellos que, como Miguel Ángel, dieron su vida por España, por la libertad y por el deseo de hacer del entorno en el que vivieron un lugar mejor.
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