Miguel Ángel Sastre
El Manifiesto de los Persas 2.0.
Como ocurría el año pasado, durante una situación similar, era y es indispensable destacar que el fin de ciertas restricciones no significa que el virus desaparezca
Decía una canción de esas que sonaban en las discotecas, ahora cerradas por la pandemia, que "la vida es un ciclo" y, desde luego, no le faltaba razón. Hay situaciones que se repiten con alguna variación o matiz cada cierto tiempo.
Hace exactamente un año, ... en este mismo periódico, un servidor tenía la ocasión de publicar un artículo titulado "El Manifiesto de los Persas". Artículo que era una analogía entre el documento firmado y entregado a Fernando VII en 1814 para reestablecer el Antiguo Régimen tras la Constitución de Cádiz y lo que nos podía pasar si, durante la desescalada previa al verano de 2020, se nos olvidaba que el virus seguía ahí fuera.
Y es que, justo hace un año, estábamos inmersos en un cambio radical de nuestras vidas: de estar dos meses encerrados en casa a poder empezar a salir al exterior dentro del marco de la "nueva normalidad". En este 2021, en el mismo periodo del año, de nuevo, estamos viviendo un proceso de adaptación en nuestras vidas. Se acabó el eterno Estado de Alarma, se acabaron - por el momento -, en la mayoría de los casos, los toques de queda, los cierres perimetrales y multitud de cosas a las que nos habíamos adaptado.
Como ocurría el año pasado, durante una situación similar, era y es indispensable destacar que el fin de ciertas restricciones no significa que el virus desaparezca. Cierto es que las vacunas empezaron a llegar, cierto es que conocemos mejor el funcionamiento y los puntos flacos del virus, cierto es que, afortunadamente, la mortalidad ha descendido. Pero no es menos cierto que no toda la población está vacunada, que siguen falleciendo personas, que existen nuevas variantes y que el sistema sanitario no está exento de colapsarse. Y no menos cierto es que la inconsciencia de quienes nos rodean es la que puede desencadenar el anterior grupo de desgracias.
Porque seguimos siendo igual de básicos e hipócritas que antes de la pandemia. Se nos llena la boca de solidaridad y fraternidad, pero a la más mínima nos olvidamos de que nuestros actos tienen consecuencias. Y ahí, aunque nos duela decirlo, la juventud tiene gran parte de responsabilidad. Las imágenes del momento en el que acabó toque de queda son bochornosas. No son todos pero algunos, banalizando el término libertad para inconscientemente atacar, de nuevo, a Madrid, han olvidado que no hay libertad sin responsabilidad. Y han olvidado, también, que aquí se defiende la libertad, no el libertinaje.
Pero no hace falta quedarse en lo anecdótico que se vio en la tele. Llegarán más fiestas en interiores sin mascarilla y el virus se sumará, como invitado de honor, al jolgorio que haya en ellas.
No se trata en esta columna - como se avanzaba el año pasado - de comparar al rey Fernando VII y sus felonías con quienes nos gobiernan actualmente. No se trata de hablar de cómo se han lavado las manos, al estilo de Poncio Pilatos, soltando el lastre de las restricciones a las comunidades autónomas. O de cómo han desperdiciado estos meses para implementar un "Plan B Jurídico" como proponía la oposición con Pablo Casado a la cabeza. Todo eso, podría ser tema, incluso, de otro escrito.
Se trata de avisar que más vale prevenir que curar, y que como decíamos el año pasado, no nos convirtamos en "persas" pidiendo un nuevo Estado de Alarma porque la situación vuelva a estar fuera de control mientras que en la Moncloa cambian el agua de la palangana y cogen una nueva toalla.