Miguel Ángel Sastre
Licencia para crispar
Tras una criminal y criminosa IIª República, tras una guerra entre hermanos y 40 años sin democracia, se suponía que con el abrazo de la Transición, nunca más, en este país, nadie debía arrojarse el derecho de deshumanizar a su adversario político por su ideología. Ese era el pacto.
Vargas Llosa comienza una de sus novelas más famosas, "Conversación en la Catedral", con una pregunta directa y clara que cuestiona el momento en que Perú se torció como nación. Esa frase - no apta para sensibles - se puede aplicar a nuestro país y a la ... situación de tensión política que estamos viviendo en los últimos tiempos. Por tanto, parafraseando al genio iberoamericano, la pregunta sería: ¿En qué momento se "jodió" España ?
Nadie lo sabe. Somos una nación con un pasado, tanto reciente como lejano, grandioso. No obstante, siempre hemos tenido nuestros más y nuestros menos. Aunque posiblemente fuera en el s.XIX cuando todo empezara a torcerse definitivamente y de aquellos barros, estos lodos. Un siglo que, exceptuando el intento de Cánovas, fue un periodo de caos constante.
Para qué hablar del también convulso s.XX, sobre todo en su primer tercio. Tras una criminal y criminosa IIª República, tras una guerra entre hermanos y 40 años sin democracia, se suponía que con el abrazo de la Transición, nunca más, en este país, nadie debía arrojarse el derecho de deshumanizar a su adversario político por su ideología. Ese era el pacto.
Aun así es natural que exista tensión en el parlamento. Un ejemplo de ello: los enfrentamientos entre el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra con el nuevo Partido Popular de Aznar. Sin embargo, la sangre se quedaba en el terreno de juego.
Pero, si tuviéramos que establecer una fecha en la que todo se "torció" de nuevo y en la que, otra vez, la sociedad española retomó el cainismo que parecía haber enterrado, sería con la catástrofe del "Prestige". Recuerden aquello de "el PSOE está sobrado de votos, pero si tenemos que hundir otro barco, lo hundimos". A partir de ahí se estableció una premisa en el pensamiento político español que se basaba en el hecho de cuanto más a la izquierda te sitúes en el espectro político mayor derecho tienes a generar un clima de tensión en contra de tu adversario. Se determinó, en consenso con muchos medios de comunicación, de que la izquierda tenía el derecho de deshumanizar a la derecha, representada entonces por el Partido Popular. A partir de ahí todo lo que ya sabemos. ¿Se imaginan qué hubiese pasado si el PP hubiese firmado un pacto como el del "Tinell"? ¿Qué pensaría la opinión pública si la COPE, basándose en información no contrastada, instara a cercar Ferraz en plena jornada de reflexión?
Además, desde que Podemos saltó a escena, este proceso de polarización se aceleró. Incluso el propio PSOE se llevó el inmenso honor de ser acusado de "tener el pasado manchado de cal viva". En Andalucía, sin ir más lejos, recientemente, vimos cómo las calles ardían tras un resultado electoral inesperado. Alerta “antifascista” lo llamaron algunos.
Ahora, nuestro Lenin particular, que goza de una gloriosa hemeroteca y de marquesado propio en Galapagar, convertido en el oráculo que vaticina quien tiene pretensiones o no de dar un golpe de Estado, se divierte reventando comisiones parlamentarias de vital necesidad.
No creo que la oposición deba caer en el mismo juego de argumentos "ad hominem" e intercambio de golpes. Significaría aumentar el nivel de fango dialéctico y nuestro país no lo merece. Además, mientras que el panorama mediático no cambie, es una estrategia desacertada, y es que, parece ser que solo algunos son los que tienen licencia para crispar y seguir dando lecciones de moral.
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