Miguel Ángel Sastre
El fallo del contrario
En política, ganar elecciones por demérito del contrario es útil y eficaz, pero hay que ser capaces de construir un relato, de enamorar a los de siempre y a otros nuevos
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Como era previsible, el Atlético de Madrid se ha proclamado Campeón de la Liga Española en la temporada 2020 – 2021. Suponemos que los atléticos estarán contentos, y entre ellos, también, uno de sus hinchas más ilustres, el Alcalde de la capital. Muchos, aunque seamos madridistas, ... en el fondo, nos alegramos por él, por la admiración que le tenemos como gobernante y también por los seguidores de este equipo que, aunque sea rival directo del Real Madrid, es una de los símbolos de esa ciudad tan vibrante y acogedora que es Madrid. Un equipo, el Atlético, que es símbolo de fidelidad, esfuerzo, lucha y superación, valores necesarios en nuestra sociedad de hoy.
Pero también este equipo, sobre todo desde la llegada del “Cholo” al banquillo ha sido símbolo de ir “partido a partido”, de hacer las cosas sin prisas pero sin pausa, de construir sobre seguro. Además de eso, se ha convertido, en los últimos años, experto en aprovechar los fallos del contrario. Porque los rivales, por muy indestructibles que parezcan, también cometen errores. Si eres capaz de aprovecharlo, puedes vencerlos.
En política algo similar está ocurriendo. El Gobierno de Sánchez que, parecía un sólido muro de hormigón está empezando a convertir sus fisuras en grietas de tamaño considerable, y en algunas zonas existen orificios irreparables.
Las sucesivas tensiones internas, los acuerdos con los herederos y palmeros de la banda terrorista ETA, los masajes al independentismo catalán, la rebosante propaganda vacía y alejada de los problemas del día a día de los ciudadanos, los planes para el 2050 cuando no sabemos ni qué será de nosotros al final de año, el gasto descabellado en puestos a dedo que no tienen ninguna función, los viajes en Falcon, los escándalos con las maletas en Barajas y con la Guardia Civil, la aerolínea fantasma rescatada con dinero público, las mentiras de la pandemia, el “hemos vencido al virus”, los ERTE que no se cobran y el Ingreso Mínimo Vital, que es tan mínimo que en algunos casos la cuantía asignada es de chiste. Todas esas cosas e infinidad de ellas más han ido calando abriendo ojos y quitando vendas.
Son fallos y errores que el Gobierno ha ido cometiendo creyendo que era inmune. Pero no ha sido así. La final de las Elecciones de Madrid la perdió por goleada y encuestas fiables empiezan a anticipar que el favorito en la próxima cita electoral nacional será el Partido Popular. En la política actual, a diferencia de lo que ocurre en el fútbol, que las sorpresas son frecuentes, partir como favorito da una ventaja abismal. Estos goles se van colando gracias a que el contrario se equivoca. En el caso de la izquierda ocurre con frecuencia cada vez que gobierna.
Sin embargo, la aspiración de todo partido político – y de todo equipo de fútbol – tiene que ser conseguir sus objetivos por sus propios méritos. Por ser el mejor. Por tener un estilo propio e inconfundible que enamore y consiga que cada vez lo sigan más personas.
En el mundo del deporte los equipos que tenían una forma característica de encarar los partidos permanecían en el tiempo, y aunque en un partido puntual pudieran fallar, su estilo siempre era un clavo ardiendo donde aferrarse en los momentos más difíciles.
En política, ganar elecciones por demérito del contrario es útil y eficaz, pero hay que ser capaces de construir un relato, de enamorar a los de siempre y a otros nuevos. Lo ha hecho Ayuso, lo ha hecho Feijóo con estilos distintos pero personales y característicos. Lo están haciendo Juanma Moreno en Andalucía y Almeida como alcalde de todos los madrileños, y lo harán, tarde o temprano, Pablo Casado desde la Moncloa y Juancho Ortiz en el Ayuntamiento de Cádiz. Pero para eso, hay que mantener los pies en la tierra, seguir trabajando, continuar partido a partido y además de aprovechar los errores del contrario hacer algo tan difícil como, simplemente, ser uno mismo. Así se ganan campeonatos de fútbol, pero también, sin duda, se ganan elecciones.