Eternas casualidades
Hay quien dice que la mejor política social es el empleo. Así es
Sherlock Holmes, afirmaba que las casualidades no existen, que «el Universo raramente es así de perezoso». Coincidencia o no, en España, se da una máxima triste: cuando la izquierda llega al poder, el paro se dispara. Ya bien sea en Gobierno central o en uno ... autonómico, con ellos, el empleo salta, o acaba saltando por la ventana. Si se mantiene en el poder durante varias legislaturas, el resultado es desastroso.
De ahí, posiblemente, el estigma de nuestra región, Andalucía, tras tantos años de socialismo. Una pena que la pandemia frenara el cambio de tendencia, tras el vuelco electoral, creciendo a finales de 2019 al 2,1%, por encima de la media española, europea y de países como Alemania.
Hay quien dice que la mejor política social es el empleo. Así es. El empleo nos permite desarrollar nuestro propio proyecto vital y permite, también, que los servicios públicos se costeen, porque pese a lo que algunos creen, el dinero no cae de los árboles.
Cuando el paro se dispara, toda la sociedad sufre, especialmente los jóvenes. El porcentaje de desempleo juvenil actual hace que las pensiones peligren, ya que, además, un joven sin capacidad económica es difícil que forme una familia, influyendo en que la natalidad actualmente esté bajo mínimos.
Con una tasa de paro juvenil del 40% estamos rozando las peores cifras de la crisis de 2008. A eso se suma la precariedad laboral que, de nuevo, golpea, especialmente, a mi generación. Algo que, aunque a algunos les sorprenda, no empieza con el Gobierno de Rajoy, sino en 1984, tal y como apuntan sociólogos como Javier Polavieja. Bajó drásticamente en la etapa Aznar y alcanzó su subida más acelerada – como casi todo lo malo – en la etapa de Zapatero, según el “Índice de Precariedad Laboral” propuesto por el Dr. César Romero y que cita Daniel Lacalle en su libro “Acabemos con el Paro”.
Si a eso añadimos que para muchos trabajos, normalmente, se exige experiencia laboral previa, es fácil encontrarnos entre la espada y la pared: o pocas oportunidades y precarias o la nada. Por eso, el camino que toman muchos, especialmente desde el año 2007 – otro fenómeno que no inventó Rajoy - es salir al extranjero buscando una oportunidad.
Nadie tiene la fórmula mágica para solucionar este problema, pero hay tres ámbitos en los que se puede actuar y en los que la pandemia no es una excusa:
El primero, atrayendo empresas y facilitando la contratación. Hay un dato abrumador: en España, contratar a un trabajador, cuesta, de media anual, 3000 euros más que en EEUU. Un mercado competitivo, en el que las oportunidades de trabajo sean constantes hace que éstas sean más atractivas para el trabajador, porque tiene siempre donde elegir. Disminuir los costes en la contratación favorecería, especialmente, a los autónomos y a las PYMES, principales sostenedores de la economía de nuestro país. Si a eso añadimos políticas que favorezcan que grandes empresas se asienten en nuestra tierra, como ha hecho Irlanda, generaremos aún más oportunidades laborales.
El segundo es aprovechar la revolución tecnológica para mejorar el modelo productivo de nuestro país, potenciando sectores que generen altos índices de valor añadido. España es un país ideal, por su calidad de vida, para acoger “startups” que revolucionen el mercado y complementen nuestra economía.
Y lo tercero, sin lo que lo anterior sería imposible, el necesario cambio de mentalidad. Fomentar desde la educación el pensamiento crítico y el espíritu emprendedor para evitar seguir condenando a nuestros jóvenes a, únicamente, depender de otro empleador o hacer unas oposiciones. Impulsar, también, que las prácticas en la Universidad no sean un elemento residual sino algo troncal en la formación desde el inicio de los estudios.
Si nada cambia, mi generación seguirá viviendo en esta eterna coincidencia: que cada vez que la economía se comienza a recuperar llega un nuevo golpe, casualmente con la izquierda en el poder, que hace que nuestras oportunidades vuelvan a desaparecer.
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