Miguel Ángel Sastre
Elefantes y hormigas
Cádiz no podrá medirse en presupuesto con Madrid. Ni si quiera con la vecina Málaga. Pero sí que podría desprender la misma ilusión
Las comparaciones son odiosas. Comparar el tamaño de un elefante con el de una hormiga puede ser absurdo. Comparar su fuerza, en término absoluto, también. Sin embargo, en términos relativos, para nada lo es. Porque una hormiga, comparativamente y pese a su tamaño, tiene una ... fuerza descomunal.
Eso es lo que pasa si comparamos Cádiz con Madrid. Madrid, la capital, con más de tres millones de habitantes y un presupuesto municipal mayor que el de muchos ministerios. Cádiz, con cada vez menos población y menor músculo financiero, parece una hormiguita al lado del elefante madrileño.
Sin embargo, no por el mero hecho de ser un elefante, tienes siempre la energía suficiente. Hay elefantes desentrenados, que se quedan fofos y sin fuerza alguna. Otros, sin embargo, están en plena forma. Barcelona y Madrid son el ejemplo. En esta semana, se publicaban algunos efectos económicos de la última década consecuencia del empecinamiento separatista de la independencia: menos riqueza, menos inversión, menos empresas y, por tanto, menos dinero en el bolsillo de los ciudadanos. Madrid, sin embargo, por el contrario: imparable. Son dos ejemplos de elefantes, uno cansado, cada vez más descuidado y alicaído. Otro, con ilusión, con fuerza y con ganas de comerse el mundo.
Porque Cádiz no podrá medirse en presupuesto con Madrid, ni con Barcelona. Ni si quiera con la vecina Málaga. Pero sí que podría desprender la misma ilusión. Madrid es lo que es no por azar, sino por una serie de políticas compartidas entre Ayuntamiento y Comunidad durante más de dos décadas, que han dado sus frutos y que, en la actualidad, continúan. Málaga desprende esa ilusión porque tiene claro su modelo. Valencia lo hizo en su momento porque se dio una circunstancia similar a Madrid. Y el periodo de desarrollo que tuvo Cádiz, innegablemente, vino de la mano de una idea política que se extendió desde mediados de los noventa hasta 2015. Un desarrollo que se produjo, incluso, con la administración autonómica siempre de otro color político y con la estatal según la legislatura.
Sin embargo, Cádiz, como hormiga, ha decidido tomar el referente del elefante barcelonés. Que vive de las rentas del 92, igual que nosotros vivimos de nuestras rentas propias: la belleza intrínseca del lugar en el que vivimos. Más allá de eso, no tenemos nada. Ni un proyecto ilusionante que vaya a cambiar la ciudad, ni una mínima intención de crear una oferta atractiva para que empresas de renombre internacional se asienten en Cádiz. Por no tener, no tenemos ni presupuestos.
Quizás, el problema no lo tenga solo el alcalde y los concejales, que ven cómo Cádiz se apaga mientras condensan su fuerza en acabar con dos grandes enemigos: Ramón de Carranza y José María Pemán. El problema lo tenemos todos aquellos gaditanos que paseando por la calle, la vemos, no solo sucia, sino descuidada, decadente y deprimente. Con plazas enteras con farolas que llevan días sin luz. Gaditanos que tenemos que marchar fuera para desarrollar nuestro proyecto de vida, sin fecha de vuelta. Gaditanos que vemos todo eso y no se nos cae el alma a los pies. Gaditanos que, parece ser, no nos duele Cádiz.
No es cuestión de ser elefantes o de ser hormigas. Porque las Puertas de Tierra nunca serán la Puerta de Alcalá, ni falta que hace. Pero son puertas, al fin y al cabo. La diferencia es que por unas, cada vez viene más gente a invertir, a trabajar y a vivir, mientras que por las otras salen, sin que nadie haga nada. 2022 parece ser que no cambiará nada, ojalá sí que lo cambie 2023.