Duende del sur

No perder la esencia y aprovechar cada minuto de la vida puede ser perfectamente compatible con ser cada día mejores y funcionar como una locomotora económica

Muchos coinciden en que el sur tiene “duende”. Dicen que tenemos algo especial que hace que quien viene a nuestra tierra se sienta embrujado por ella. Nuestra forma de ver la vida y de acoger al que no es de aquí suele ser conocida internacionalmente.

Ese “duende” que dicen que tenemos suele estar, a veces, aletargado durante el tiempo en que el frío aprieta y despierta con fuerza cuando los naranjos comienzan a florecer. Suele ser en estos meses que van de la Semana Santa al verano, cuando recorre el sur de punta a punta impregnándolo con su magia. No obstante, en febrero se suele dejar ver puntualmente por algún lugar concreto.

Sin embargo, ese “duende” que hace genuina a la tierra donde hemos nacido, es frecuentemente criticado por alguno de nuestros paisanos, que dicen ver en él un símbolo de nuestra derrota como sociedad. Y es que, muchos compatriotas, al traje de luces, al caballo y a la copla le tienen puesta la cruz. Por ende, también tendrían que ponerle esa misma cruz, a nuestro clima: a la cantidad de horas de sol que recibimos diariamente porque muchos podrían pensar que es el causante original de todos nuestros males. Nada más lejos de la realidad.

Porque nuestro sol, que nos hace ver la vida de la manera en la que la vemos, debe ser uno de nuestros valores más preciados y uno de nuestros grandes atractivos. Y con ello todo lo demás. No es que el sol, el buen clima, nuestra gastronomía, fiestas y tradiciones nos lastren; todo lo contrario: deberían reforzarnos y convertirnos en un lugar más atrayente para venir, vivir e invertir. Somos un generador natural de endorfinas y ya saben lo que dicen los “gurús”: a más felicidad, mejor rendimiento.

No perder la esencia y aprovechar cada minuto de la vida puede ser perfectamente compatible con ser cada día mejores y funcionar como una locomotora económica. Ese concepto, el compatibilizar ambas cosas, la capital de España lo entendió hace mucho tiempo.

Andalucía, de un tiempo a esta parte, también. Sin renunciar a lo que somos, dejando nuestro “duende” intacto, hemos empezado a despertar y en nuestra tierra comenzó a amanecer. Aunque quede mucho por hacer, la mentalidad de nuestra tierra, “mágicamente” parece haber cambiado: ahora atraemos inversión, creamos empleo, tenemos mejores servicios y tiramos nosotros del carro, sin necesitar que otros tiren de nosotros. No hay mejor “batalla cultural” que ese cambio de mentalidad.

Si España es lo más al sur de Europa, y Andalucía es lo más meridional, siendo Cádiz el punto más cercano a África, todo lo bueno y lo malo que caracteriza a España, en Andalucía y en Cádiz se intensifican. Y es que, como si fuese un juego de muñecas rusas, ese “duende” que España tiene, de Despeñaperros para abajo campa a sus anchas y, en Cádiz y su provincia se siente en su hábitat natural.

Por eso, si España y Andalucía tienen oportunidades para ser una tierra potencialmente buena para que otros vengan y desarrollen su potencial aquí, o para, de una vez, despertar y aprovechar todo el que ya tenemos de manera inherente, Cádiz lo es aún más.

Quitándonos los complejos, despojándonos de nuestra propia “leyenda negra” autocultivada y entendiendo que nuestro “duende” es un aliado y no un lastre para avanzar, nos irá mucho mejor. Todos quieren venir ya a visitarnos, solo hay que convencer a algunos que se queden aquí, inviertan y creen riqueza. Para eso no hace falta inventar nada, simplemente basta con aplicar recetas que ya funcionan: impuestos bajos, seguridad jurídica, colaboración público-privada y gestión eficaz.

Sumando eso a nuestro “duende”, seríamos imparables. Sin embargo, seguimos sin pulir este diamante en bruto que tenemos. Ojalá cambie algún día y podamos volar, como otros ya lo hacen.

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