OPINIÓN

Una Constitución cuestionada y secuestrada

Decía el otro día Aitor Esteban, del PNV, que nuestra Constitución está «cuestionada» y «secuestrada» por las fuerzas nacionales

MIGUEL ÁNGEL SASTRE

Decía el otro día Aitor Esteban, del PNV, que nuestra Constitución está «cuestionada» y «secuestrada» por las fuerzas nacionales, que la usan para imponer su ideología. El diputado vasco, siguiendo la estrategia de sus socios de gobierno, culpaba a los demás de lo que ellos ... hacen cada día: zarandear el único puntal que sostiene la concordia entre españoles.

Mientras que hace 42 años políticos de ideologías opuestas redactaban el texto constitucional, hace menos de una semana, la oposición al Gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid anteponía la pataleta política a asistir a la inauguración de una nueva infraestructura sanitaria que en cualquier lugar del mundo sería motivo de júbilo. A ese tipo de situaciones absurdas estamos llegando.

Porque hace 42 años casi todos –derecha con pasado franquista o liberal, centro reformista, socialismo democrático e, incluso, parte del comunismo y del nacionalismo– supieron anteponer el interés general antes que el suyo propio.

Quienes quedaron al margen de su redacción eran los mismos que, una vez acabada la coartada del franquismo, siguieron ejerciendo sin piedad la violencia: ETA, Grapo, FRAP y demás excrecencias. Cuatro décadas después, algunas de las formaciones que marcan la agenda política del Gobierno central son herederas, al menos en ideología, de estos grupos marginales y violentos que no aceptaron la Transición española.

Y ese es nuestro problema: que muchos de quienes dirigen nuestros destinos buscan demoler el legado de la Transición. Tanto es así que lo llaman, sin tapujos, «el Régimen del 78». Podemos, ERC o EH Bildu, entre otros, cada uno a su forma, son los que verdaderamente «cuestionan» y «secuestran» artículos de nuestra Constitución con cada una de las iniciativas parlamentarias que presentan y con las declaraciones públicas que hacen. Pocas de sus políticas parecen ir dirigidas a mejorar la vida de los ciudadanos y a solucionar lo derivado de esta pandemia, sino a dividir y tensar aún más la situación a nivel ideológico y a nivel territorial. Una tensión territorial que va en aumento, en la que los delirios de algunos líderes políticos, con pasado como dirigentes de bandas terroristas, exigen constituciones propias para territorios que ya se rigen por la Carta Magna española. Una tensión territorial que hizo que el ahora inhabilitado Torra apelase a la vía eslovena para conseguir la independencia catalana.

Si a eso sumamos un PSOE, sin oposición interna y cada vez más personalista, construido sobre la figura de un líder que ha hecho de la mentira un arte, el panorama es desolador. Un PSOE que poco recuerda al que salió de Suresnes y que ahora evoca al de Largo Caballero, Negrín e Indalecio Prieto, pero sin ningún Besteiro que intente frenar esta deriva irracional. Un PSOE guerracivilista que, aunque algunos intenten ocultarlo, empezó a asomar la patita con Zapatero, el mismo que hoy defiende la legitimidad de Maduro como presidente de Venezuela.

Mientras tanto, nuestro Jefe del Estado sin influencia y atado de pies y manos por el Ejecutivo. Y lo más grave aún: la oposición, además de carecer de altavoces mediáticos eficaces, empeñada en ver quien es cabeza de ratón en vez de aunar fuerzas para presentar una alternativa seria y cohesionada que aúne todo el votante que se encuentra desencantado con la situación actual. Enzarzada en golpes dialécticos constantes, mientras que los que trocean y venden España disfrutan de los ataques fratricidas entre los partidos del centro y la derecha. En definitiva, un esperpento.

Quizás sea, desgraciadamente, el descalabro económico el que, otra vez, vuelva a evitar que nuestra democracia siga al borde del abismo. O, quizás, no sea así y esto no evite que nuestra Constitución siga por más tiempo «cuestionada» y «secuestrada» por los que pretenden romper nuestro país, con la complicidad de aquellos que buscan perpetuarse eternamente en el poder, cueste lo que cueste.

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