Cinema Paradiso
Si la música de "El Bueno, el Feo y el Malo" era el complemento perfecto a las aventuras de sus tres personajes, si el tema principal de la película "La Misión", ayudaba a explicarnos la importancia histórica de los misioneros católicos en la defensa de los derechos humanos en territorios donde la civilización no existía, la música que acompaña a la historia de Salvatore y Alfredo, es capaz de despertar nuestra parte más sensible y humana
El pasado Lunes fallecía a sus 91 años de edad Ennio Morricone. Nos dejaba una de esas personas a las que la vida ha premiado con un don. En su caso, la capacidad de crear melodías que nos trasladan a poblados del lejano oeste, a ... junglas tropicales sudamericanas o a pintorescos pueblos de la bella Sicilia. Melodías sin las que algunas de las obras maestras de la historia del cine quedarían incompletas.
Casualidad o no, este hecho ha coincidido con la reapertura de los cines después de su cierre durante el estado de alarma. Una reapertura en la que, además, "Cinema Paradiso" volvía a la gran pantalla como homenaje simbólico a este arte.
Si la música de "El Bueno, el Feo y el Malo" era el complemento perfecto a las aventuras de sus tres personajes, si el tema principal de la película "La Misión", ayudaba a explicarnos la importancia histórica de los misioneros católicos en la defensa de los derechos humanos en territorios donde la civilización no existía, la música que acompaña a la historia de Salvatore y Alfredo, es capaz de despertar nuestra parte más sensible y humana. Porque el mérito de esa película es su capacidad de emocionarnos únicamente hablando de tres cosas sencillas, directas y con las que todos podemos sentirnos identificados: la amistad, la infancia y nuestros orígenes.
Cinema Paradiso nos enseña, en primer lugar, que la amistad no tiene edad. Todos conocemos personas a las que consideramos nuestros amigos a pesar de que pertenezcan a otra generación. Aprendemos de su sabiduría y ellos se impregnan de nuestra vitalidad y de nuestra manera de ver el mundo.
En segundo lugar, la historia, que tiene lugar en el imaginario pueblo de Giancaldo en Sicilia, es para muchos gaditanos una metáfora de nuestra vida. No porque la decadencia patrimonial de nuestra ciudad nos haga que nuestras calles se parezcan, cada vez más, a localidades del sur de Italia, sino porque muchos son los que, naciendo en Cádiz, en algún momento hayan tenido la tentación de "huir" sin mirar atrás como Salvatore, para crecer en el terreno académico o profesional. Y es que, efectivamente, el futuro laboral fuera de Cádiz, posiblemente sea, en general, más atrayente. Sin embargo, con el tiempo, si la vida nos lo permite, debemos volver al lugar donde un día fuimos felices. Donde están nuestras raíces. Debemos volver para comprar nuestro particular "cine de Alfredo" y evitar que lo destruyan. Cinema Paradiso en el fondo, y a pesar de lo que pueda parecer, nos enseña, que no hay que tener miedo a estar arraigados a nuestros orígenes. Que volar y salir del nido, aunque sea temporal, puede que sea, en parte, necesario, pero que siempre hay que saber dónde está para volver a él. Porque si olvidamos nuestro pasado y a las personas que queremos no somos nadie. Si quienes siendo de Cádiz consiguen triunfar lejos y son capaces de volver para desarrollar sus proyectos aquí, nuestra ciudad comenzará a crecer, porque el talento llama al talento.
Y es que si la vida es sueño, como decía Calderón, y el cine habla de sueños, el cine, por tanto, sería una parte fundamental de nuestra vida.
Por eso, en este tiempo, en el que las noticias alertan de que los cines de nuestras ciudades siguen estando vacíos, a pesar de su reapertura, provocando la agonía del sector, es fundamental que volvamos a llenar sus salas. Porque si, como ocurrió con el cine de Alfredo, nuestros cines comenzaran a desaparecer, se iría con ellos una parte de nosotros.