Miguel Ángel Sastre
Capitalismo ferroviario estatal
En nuestro país, salvo excepciones puntuales, para viajar en tren solamente disponemos de una opción: RENFE
Una de las quejas más comunes en nuestros viajes es el juego, propio de trileros, que suelen llevar a cabo las aerolíneas "low cost". En esto, los irlandeses del "arpa" son los reyes de enseñar y esconder la bolita cuando contratamos un viaje. Billetes que ... empiezan en unas decenas de euros y que, con suplementos, acaban sobrepasando el medio centenar. Asientos cada vez más pequeños, equipajes limitados y aeropuertos alejados de la ciudad de destino. Más allá de su cuestionable ética comercial, quien no le guste dispone de otras opciones que suelen adaptarse mejor a sus preferencias.
Sin embargo, en la época de los "green deals" y de lo "ecosostenible", el tren debería ser una de las opciones que más se potenciasen. Porque, a pesar del impacto ambiental que tiene el trazado ferroviario sobre parajes naturales, este medio de transporte es, posiblemente, el que menos emisiones genera. En ocasiones, hasta el doble de rápido que el coche, ofrece, por su disposición interior, una serie de opciones muy variadas para aprovechar el tiempo durante el viaje: dormir, trabajar, leer, ver una película, etc.
En nuestro país, salvo excepciones puntuales, para viajar en tren solamente disponemos de una opción: RENFE. Tanto cercanías, media y larga distancia o la alta velocidad pasan por esta empresa estatal.
Pionera, en su momento, en muchas cuestiones, dispone de las mejores infraestructuras para circular de Europa. Siendo España, además, el cuarto país del mundo en esta materia.
A pesar de eso, nuestra red es una de las más infrautilizadas. Si nos comparamos con Alemania, las utilizamos casi la mitad de lo que lo hacen ellos.
Pero, además de este problema de eficiencia, esta empresa estatal genera multitud de inconvenientes al usuario. Con unos billetes de larga distancia y AVE fluctuantes en función de la oferta y la demanda, que llegan a multiplicar por cuatro su precio, el usuario no tiene certezas económicas a la hora de planificar un viaje. Con servicios que se utilizan por el Gobierno central de turno para fastidiar a comunidades autónomas de distinto signo político, como ocurre, por ejemplo, con la provincia de Salamanca y parte de Castilla y León, cada vez con menos trenes. Sin garantías de cobertura móvil o red Wi-Fi para trabajar con continuidad y con unos precios para comprar agua o cualquier refrigerio abusivos y dignos de hotel de cinco estrellas gran lujo. Y con flotas que, en algunos casos, están ya obsoletas y cuyo sistema de climatización emite olores insoportables en vez de refrigerar. O con otras que, directamente, son impropias de un país avanzado, como las extremeñas. Con todo eso, RENFE parece combinar lo peor de una empresa privada - el afán por ganar dinero desmedido -, con la falta de competitividad y actualización que, a veces, se da en el sector público.
Y es que, si las flotas fuesen actuales, rápidas y eficientes en todos los casos, con precios asequibles y estables, si proporcionasen servicios de cafetería económicamente razonables y garantizasen conectividad a internet en todo el trayecto, no habría mejor medio de transporte que el tren. Se ayudaría a potenciar, también, la vida rural, ayudando a paliar la despoblación. Y es que, con bonos competitivos, muchas personas que trabajan en Madrid o en otras ciudades de gran tamaño y viven en el medio rural podrían aprovechar su trayecto para "teletrabajar", contando como horas de trabajo y desplazarse diariamente en este medio de transporte.
Por eso, menos palabrería, eslóganes y publicidad estatal y más centrar la acción en renovar y actualizar una empresa que, cada vez, se queda más obsoleta. Porque si para algo debieran servir las empresas públicas es para ofrecer servicios que sean más cercanos y basados en el reequilibrio social, no en intentar, torpemente, generar ingresos.
Y, por desgracia, como no tenemos otra opción para viajar, es el ciudadano el que lo sufre. Problemas, sin duda, del capitalismo ferroviario estatal.
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