Miguel Ángel Sastre
Cantar del pueblo andaluz
Si en 2020 la suspensión se produjo como una reacción en cadena de los diferentes Consejos de Hermandades y Cofradías de Andalucía, este año parece que los movimientos de cancelación parten desde el ámbito eclesial. Ha empezado Sevilla y las demás, no tardarán en caer
Dentro de este barullo informativo en el que estamos inmersos, podría decirse que la noticia ha pasado, en parte, inadvertida. Solo unos pocos la han comentado. Solo unos pocos medios de comunicación de ámbito nacional la han recogido. Menos aún han sido los que le ... han dedicado en sus escaletas el tiempo que la noticia merece, no solo por la cuestión económica - un impacto de más de 400 millones de euros -, que es lo que parece importar, a menudo, a esos grupos mediáticos, sino por la cantidad de personas a las que ésto afecta, y lo que es más importante, al ámbito en el que repercute: el de los sentimientos, las creencias y la fe. Quizás es porque, de nuevo, estábamos ante la crónica de una muerte anunciada.
La noticia, efectivamente, no es otra que la suspensión, nuevamente, y tal y como ocurriera en 2020 de la Semana Santa . Mejor dicho, y para que nadie se escandalice, la suspensión de "los desfiles procesionales". Porque ya sabemos que Semana Santa, como festividad litúrgica de la Iglesia, seguirá habiendo. Y que cada uno de los cofrades la llevamos dentro de nuestros corazones y todo ese tipo de frases hechas que escuchamos el año anterior.
Si en 2020 la suspensión se produjo como una reacción en cadena de los diferentes Consejos de Hermandades y Cofradías de Andalucía, este año parece que los movimientos de cancelación parten desde el ámbito eclesial. Ha empezado Sevilla y las demás, no tardarán en caer.
La decisión es precipitada. No solo porque para nuestra cultura, para el sur de España, y especialmente en la zona del bajo Guadalquivir, la Semana Santa no se entiende sin desfiles procesionales, porque son, además, como intenté exponer en una tribuna publicada el pasado y triste Domingo de Ramos, detonadores de las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad. Una decisión acelerada, porque este año la situación es, comparativamente, bien distinta a la del pasado 2020.
Cuando en marzo y abril del año anterior, los fallecidos se contaban de millar en millar, cuando todos los comercios estaban cerrados, la hostelería sin abrir y los confinamientos eran domiciliarios, efectivamente, era una temeridad que hubiese cualquier tipo desfile procesional. Sin embargo, casi un año después, conocemos mejor al virus y tenemos recursos para protegernos.
Si esta situación se volviese a dar, efectivamente, la decisión, de nuevo, sería acertada. Pero... ¿tiene algún tipo de lógica que, otra vez, se suspendan las procesiones, mientras que, a la vez y en la misma semana, vayamos a ver las terrazas rebosando de gente? ¿Tiene sentido que mientras que, posiblemente, se celebren eventos a puerta cerrada, en espacios con ventilación limitada, cancelemos algo que se realiza al aire libre, en espacios abiertos? Algo que supone un revulsivo económico fundamental para una tierra tremendamente castigada, por su modelo productivo, por los efectos de la pandemia. Algo que es esencial en la manera de entender la fe de pueblo andaluz.
Pero no, aunque a algunos les sorprenda, la culpa, por una vez, no es de nuestros gobernantes. Demasiados frentes abiertos tienen ya en este ámbito. Posiblemente, si hacemos examen de conciencia, podemos pensar que la responsabilidad de esta nueva cancelación sea, en parte, de quienes somos cofrades. Por no reivindicar lo nuestro, por no aportar soluciones eficaces, por ser inmovilistas, por no intentar aplicar los avances de los test rápidos, aforos, y multitud de cuestiones que podrían garantizar la seguridad en un evento de estas características. Y es que, por querer una Semana Santa con todo tal y como lo hemos conocido hasta ahora, nos quedaremos, otro año más, sin una de esas cuestiones que ayudan a dar sentido completo a algunas de nuestras vidas. Y habrá quién, de nuevo, lo note en su bolsillo, pero, sobre todo, en su corazón, en su memoria y en su alma.