Miguel Ángel Sastre

El Cádiz que fue

En estos siete años de parón político, la Semana Santa de Cádiz ha seguido, a pesar de la pandemia, intentando evolucionar

Miguel Ángel Sastre

Aunque Cádiz no tenga la tradición cofrade de otras localidades vecinas, durante la Cuaresma se respira en ella un aire especial, y las hermandades y cofradías cobran un papel mucho más protagonista en el día a día de la ciudad del que suelen ocupar.

Cuando ... hablamos de la Semana Santa, usualmente nos centrarnos en sus valores religiosos, relacionados con el folclore y la tradición o en su impacto económico. Sin embargo, frecuentemente, dejamos de lado un hecho crucial: que la Semana Santa es un reflejo vivo de la historia de nuestras ciudades.

En el caso de Cádiz, así es. La historia de algunas de nuestras hermandades y cofradías, la historia de la Iglesia donde reciben culto o de sus enseres está relacionada directamente con acontecimientos esenciales del pasado de la ciudad.

Desde la condición de Regidor Perpetuo del Nazareno, hasta la quema de la imagen primitiva de la Virgen del Rosario, pasando por el legado italiano en las imágenes sagradas de muchas hermandades o las atribuciones sobre las manos que tallaron y policromaron al Cristo de la Buena Muerte.

Porque las piezas más valiosas a nivel patrimonial que tiene nuestra Semana Mayor coinciden, en muchos casos, con el periodo de mayor esplendor de la ciudad.

Esplendor de Cádiz, que no hay que ser muy avispado para saber que se desvaneció hace tiempo; una luz que estas dos últimas legislaturas de gobierno municipal han terminado de disipar por completo.

Pero la reconstrucción de ese Cádiz que fue, y que se fue como una ola se lleva la espuma que queda en la orilla del mar es responsabilidad de todos aquellos que han nacido, viven o quieren a la ciudad. Entre ellos, por supuesto, los cofrades.

Si nos paramos a analizar la evolución de la Semana Santa gaditana en los últimos 30 años veremos que, posiblemente, haya sido mayor que la de la ciudad en su conjunto. En otras palabras: el salto cualitativo que han dado las hermandades y cofradías de nuestra ciudad en el cuidado de sus cultos externos e internos es muy superior al que Cádiz ha podido dar como ciudad.

Porque es cierto que Cádiz, en las últimas tres décadas, avanzó y cambió gracias, sobre todo, a la inversión en grandes proyectos de infraestructura que cohesionaron socialmente a la ciudad y que tuvieron en el soterramiento de la vía férrea que nos dividía su máximo exponente. Pero también es un hecho que ahora parece estar estancada.

Porque los cofrades de la ciudad, cada uno a su manera, en su hermandad o en el ámbito profesional que le ocupaba, han intentado que la Semana Santa de Cádiz se posicione al nivel del resto de Semanas Mayores de Andalucía. Con aciertos y desaciertos, el empeño ahí ha estado. Queda mucho por hacer: carrera oficial, crecer en número y una cultura cofrade que nos haga entender, de verdad, lo que nos traemos entre manos.

Pero ese avance de nuestra Semana Mayor debería de ser un ejemplo para otros estamentos de la sociedad civil de la ciudad y una fuente de inspiración para quienes hacen política en la ciudad, especialmente para los que ahora ocupan cargos de responsabilidad en San Juan de Dios.

En estos siete años de parón político, la Semana Santa de Cádiz ha seguido, a pesar de la pandemia, intentando evolucionar, para recordarnos una vez más el Cádiz que fue: ese Cádiz referencia mundial en el que los mejores artistas del panorama internacional venían aquí a trabajar.

Sin un proyecto global de ciudad con ambición y mientras que conseguimos que ese esplendor vuelva para otras facetas urbanas, siempre nos quedará disfrutar con las grandes joyas de la Semana Santa que tenemos y que muchos, cada día, intentan hacer que luzcan en este trocito de tierra rodeado por mar.

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