Miguel Ángel Sastre
En busca del tesoro perdido
Oriente Medio y muchas zonas del mundo llevan tiempo buscando la solución a sus conflictos. Y no la encuentran.
El verano, siempre ha sido ideal para historias sobre piratas. En la gran pantalla, o visitando parques de atracciones cuyo hilo conductor fuesen galeones, corsarios y bucaneros.
Personajes con una moral, mayoritariamente, deleznable que, desde el s.XVI, XVII o XVIII, las épocas cumbre de ... este fenómeno, siempre han tenido un halo de misterio por aquello de surcar los mares buscando un tesoro. Y es que, se creía que en las islas, especialmente en el Caribe, se encontraban tesoros ocultos, tras los cuales iban éstos seres aficionados al ron, apoyándose en antiquísimos mapas.
Este comportamiento de búsqueda es algo común en el ser humano. Buscamos porque queremos conseguir algo nuevo en nuestras vidas o recuperar algo que hemos perdido. Buscamos empleo, pareja, bienes materiales e, incluso, a veces, buscamos a Dios.
Pero para buscar, primero, hay que saber qué quieres y qué necesitas. Ver dónde fallas y poner solución.
Tras años de tensiones políticas y militares en Oriente Medio, así como de tiranía, barbarie y asesinatos, entre el 2010 y 2012, algunos países decidieron cambiar su forma de gobierno y convertirse en un modelo de nación más parecido a las democracias occidentales. “La Primavera Árabe” fue el nombre que se dio a este fenómeno. Hubo revoluciones, revueltas, heridos y fallecidos, pero era el florecer de la democracia en un lugar donde la libertad era infrecuente. Fueron sociedades que diagnosticaron esa carencia, y decidieron buscar un camino mejor.
Una década antes y como efecto derivado de los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos, al frente de una coalición de países miembros de la OTAN, derroca al tirano que dominaba Afganistán, Mohammad Omar, provocando una guerra contra los talibanes, controladores del país desde 1996. Una guerra que se ha extendido casi dos décadas por causa, entre otras cosas, de la orografía montañosa del país.
Tanto la ONU como la OTAN, como los propios Estados Unidos, intentaron buscar en ese lugar la quimera de una república democrática fallida. Veinte años después, en medio de estos saltos de década en década que nos dan los acontecimientos políticos en Oriente Medio, ese sueño, esa búsqueda de un tesoro inalcanzable, se ha esfumado. Algo similar ha ocurrido, sin talibanes, en otros países cercanos. Y ahora, estamos sin un mapa que nos guíe el rumbo adecuado. Mientras tanto, muertes y tortura, a la vez que los radicales, imponen su ley. Por si fuese poco, el ISIS también contribuye a que la situación sea aún más tensa. El mundo, busca soluciones a un conflicto de enormes dimensiones. Soluciones en las que hay que hacer equilibrios dignos del “Cirque du Soleil” para combinar cabeza y corazón. Cabeza para ser eficaces, realistas y mantener nuestra seguridad. Corazón para ser conscientes de que son vidas humanas las que están en peligro y necesitan ser protegidas.
Oriente Medio y muchas zonas del mundo llevan tiempo buscando la solución a sus conflictos. Y no la encuentran. ¿Por qué es tan difícil que la democracia, de la forma que se ha asentado en Occidente, arraigue en otras zonas del mundo? Muchos se preguntan el por qué. Y la respuesta, el mapa de ese tesoro que a veces olvidamos, la tenemos en lo que somos. Y es que, son las sociedades que proceden de la cultura grecolatina, así como de valores inspirados en los preceptos judeocristianos, las que mejor han asumido la democracia. Porque se da en ellas de manera natural. Porque, entre otras cosas, fue en Grecia donde se creó. Porque el equilibrio, la templanza, el respeto, la razón, la empatía con el diferente y el consenso son los valores que Aristóteles, Santo Tomás de Aquino y Tomás Moro, Platón o San Agustín enseñaban en sus escritos, que han forjado el pensamiento occidental y, por ende, su política.
Por eso, cuando perdamos el rumbo, y también lo hagan nuestras instituciones, debemos recordar de dónde venimos. Porque, aunque en nuestro pasado haya luces y sombras, son nuestros valores heredados de padres a hijos, los que nos permiten vivir hoy en libertad plena. Valores que no debemos perder y que, llegado el caso de pérdida, como si de un tesoro se tratase, tenemos que empezar a buscar y recuperar.
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