Miguel Ángel Sastre - Opinión
Antes de estrellarnos
Posiblemente, quienes redactaron esa «guía inclusiva» si supieran cuál es el origen de la bandera de la Unión, correrían a quemarla

Hace un par de semanas me plantearon la siguiente pregunta: ¿vivimos en un mundo más tolerante? «Depende». Si entendemos tolerancia como no discriminación y protección de ciertas minorías, efectivamente, en general, somos más tolerantes.
Sin embargo, si tolerancia es ser respetuosos, para empezar, con la ... cultura que marca nuestros orígenes, en ese caso, nuestro tiempo está tendiendo exponencialmente a la intolerancia. Una intolerancia que va directamente ligada a la falta de conocimiento general en ciertos sectores de la sociedad y a que, a muchos, parece entrarle fobia cuando ven letras negras sobre un papel blanco.
Es curioso, además, porque estos nuevos «incultos» o «intolerantes» - según se mire - frecuentemente son personas destacadas en sus respectivos trabajos. Y es que, simplemente, el miedo a señalarse, al qué dirán, o su desconocimiento, suele generar situaciones de tibieza que permiten actitudes que disparan directamente en la línea de flotación de nuestros orígenes como sociedad.
Podríamos pensar que esos complejos que niegan la evidencia cultural e histórica de la que procedemos son exclusivos de nuestra querida España, pero nada más lejos de la realidad. El revisionismo histórico intolerante que sufrimos en España se da a escala europea y, por supuesto, también a nivel mundial.
Ejemplos tenemos por decenas: desde el derribo de estatuas de Cristóbal Colón en Estados Unidos hasta la retirada de ciertos contenidos en plataformas como HBO por considerarse «ofensivos». El último, no hace mucho, la magnífica «guía inclusiva» promovida por la Comisión Europea - acertadamente retirada - en la que se sugería felicitar «las fiestas» y no la «Navidad» para evitar herir sensibilidades. Los problemas de este tipo de situaciones son tres:
1. Creamos una sociedad de piel fina, débil e irritable cuyos miembros, ante cualquier situación que se salga de una realidad idílica de color arcoíris, se ofenden.
2. Distorsionamos la realidad y la historia. Un pueblo que conoce erróneamente su historia o la desconoce, ya sabemos lo que pasa con él.
3. Que, muchos de los que, por su teórica ideología política, deberían ser un dique frente este tipo de situaciones que estamos viviendo, parecen haberse rendido. Y es que, quienes ostentan la mayoría en gran parte de los órganos de la Unión Europea, por los valores que representan sus partidos o coaliciones electorales, tendrían que ser conscientes de los orígenes cristianos sobre los que se fundamenta el pensamiento occidental - por ende, Europeo - y protegerlos. Ser conscientes de que felicitar la Navidad no solo es lo natural en el «Viejo Continente» sino que, en absoluto, es motivo de ofensa. Igual que para un cristiano nunca será motivo de estrés post-traumático que le feliciten la Janucá o el Ramadán.
Porque además, posiblemente, quienes redactaron esa «guía inclusiva» si supieran cuál es el origen de la bandera de la Unión, correrían a quemarla. Según Arsène Heitz, autor de la enseña, «inspirado por Dios», tuvo la idea de «hacer una bandera azul sobre la que destacaban las doce estrellas de la Inmaculada Concepción de Rue du Bac; de modo que la bandera europea es la bandera de la madre de Jesús que apareció en el cielo coronada de doce estrellas».
Por eso, en esta sociedad que se ofende con una mota de polvo y que se olvida de donde viene para seguir avanzando, en esta sociedad que quiere borrar y cambiar su pasado por puro interés, ojalá esas 12 estrellas sobre fondo azul, símbolo de paz, armonía y de una figura, la de la Virgen María, basada en el amor mayor que existe - el de una madre - nos ayuden a reflexionar antes de estrellarnos. Porque como sigamos de esta forma, estirando, cada vez más el chicle de la segmentación y la piel fina en España y en Europa, desgraciadamente, es hacia dónde parece que nos dirigiremos sin frenos: hacia un golpe que nos dejará un mundo difícil de arreglar, en el que el simple hecho de respirar, a pesar de ser fundamental, nos molestará.