Antes de cruzar la calle

En un mundo extremadamente complejo, simplificamos las ideas al máximo y hacemos de cada frase un dogma de fe, quedándonos solo con una de las caras de la moneda. Normalmente la más alejada de la verdad

El próximo viernes concluye una nueva edición del Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas de Cádiz (COAC). La repercusión de algunas columnas publicadas en este periódico sobre el evento ha sido una tormenta de ideas perfecta para desarrollar la de esta semana. Concretamente, una conversación reciente ... del autor de una de ellas, con un servidor, es la que ha motivado este artículo.

Cuando Andrés García me decía que en el mundo existe un grupo de personas que miran a ambos lados de la calle antes de cruzarla, y que, desgraciadamente, cada vez son menos, sin saberlo, daba en el clavo del problema de fondo de nuestro Carnaval y en parte, como reflejo de ésta que es, de otro de los problemas de nuestra sociedad de hoy. También, de quienes, desde el lugar que sea - prensa escrita, radio, o TV - intentan generar opinión.

Ese problema es que, frecuentemente, solo miramos hacia un lado cada vez que vertemos nuestra opinión. Dicho de otra forma: en un mundo extremadamente complejo, simplificamos de forma banal las ideas y hacemos de cada frase un dogma de fe, quedándonos solo con una de las caras de la moneda – normalmente la más alejada de la verdad -, obviando cualquier atisbo de racionalidad . Así es más fácil y funciona mejor.

Y es que, escribir una columna en un periódico o componer un pasodoble de carnaval, no es tan distinto. Elegimos un tema y un enfoque. Tras ello desarrollamos la idea, reservando lo que el autor considera mejor para el final: «el remate» .

La semejanza entre ambas es su mayor dificultad: concentrar en un limitado espacio de caracteres o minutos todas las cuestiones esenciales para que el receptor capte bien el mensaje.

Un pasodoble no debe ser un texto académico que evidencie y contraste todo lo que dice. Una columna en un periódico tampoco. Pero ambos deben tener una mínima intención de apoyarse sobre algo contrastable para que, a partir de ahí, el autor aporte su toque personal.

Consecuencia de este problema es que somos muy previsibles. Sabemos de antemano – salvo contadas excepciones - lo que un determinado medio opinará sobre un tema concreto. Igualmente, intuimos, cada vez que un autor trata un acontecimiento mediático, lo que va a acabar diciendo sobre él. Obviamos el análisis previo. La diferencia es que en el abanico de medios de comunicación existe diversidad de opiniones. Nuestro Carnaval, desgraciadamente, está haciéndose demasiado homogéneo . Cuando los temas que se tratan son idénticos, con enfoques parecidos e ideas calcadas algo no funciona.

Si queremos que la prensa siga siendo el cuarto poder y el canal más fiable para estar informado, si queremos creernos ese tópico de que el Carnaval «despierta conciencias» y que trata temáticas que requieren compromiso social, es necesario que la razón tenga cierto protagonismo cada vez que una opinión se lanza. Si no miramos a ambos lados antes de cruzar la calle, es posible que los temas nos acaben atropellando. O dicho de otro modo; que nos acabemos hundiendo, como hizo el Vaporcito, pero en vez de en la Bahía de Cádiz, en este caso, en el mar de nuestro propio aburrimiento e ignorancia .

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