OPINIÓN
Alejandro
Paradójicamente, siendo el más valorado en todos los debates, incluso en el de TV3, su candidatura ha quedado como la última fuerza del parlamento catalán
Vaya por delante que unas elecciones en las que, se supera a duras penas el 50% de participación y en las que muchas personas mayores, por miedo, no votan, son poco representativas de lo que opina el electorado.
Vaya por delante que en una sociedad ... en la que la educación, los medios de comunicación y las entidades de renombre están controlados por el siniestro fanatismo que caracteriza al independentismo y a la izquierda catalana es muy difícil que cualquier mensaje racional cale y sea efectivo.
Nuestro mundo de hoy, complejo y lleno de retos necesita al frente personas empáticas, humildes y formadas. Con ideas y capaces de comunicar con fluidez mensajes ilusionantes. Personas que crean en la política como la herramienta más útil para mejorar la sociedad, que piensen que existen adversarios y no enemigos. Que aprendan de los errores del pasado, pero reconozcan los logros de sus antecesores. Personas con valores y principios sólidos pero con capacidad de tender puentes.
Pocos podrán negar que todo eso lo cumplía Alejandro Fernández. Paradójicamente, siendo el más valorado en todos los debates, incluso en el de TV3, su candidatura ha quedado como la última fuerza del parlamento catalán. Maquiavelo afirmaba que "es mejor ser temido que amado". Triste pero cierto porque casi nadie puede tener nada en contra de una persona como él.
Sin embargo, como ocurrió en Cádiz en las municipales de 2019, el electorado cada vez se concentra más entorno al sol que más calienta. En esa ocasión, muchos dieron por hecho que Kichi gobernaría y por eso lo votaron: por inercia y comodidad. Tampoco importó el proyecto, la capacidad de gestión, bagaje y experiencia que tenía el candidato de la oposición. Cada vez más, los medios, parecen impulsar con sus predicciones y con la cobertura mediática que dan a cada formación política quien ganará. Tanto es así que desde las elecciones andaluzas, no se ha producido ningún vuelco electoral.
Con el PSC compadreando con los nuevos amigos de Otegi, volvemos al problema de siempre: que el espacio de alternativa se encuentra débil, fragmentado y empeñado en ver quién es "cabeza de ratón" en vez de entender que no importa ser "cola de león" si es por el bien de España. El problema del Partido Popular en Cataluña y, en parte, también, en el País Vasco no nació el Domingo, sino que viene de largo. Por eso, lanzar todas las culpas a Alejandro y a la dirección nacional actual es ciertamente injusto. Hay que subsanar errores, pero estos territorios requieren una estrategia cuyos resultados se verán a largo plazo, por lo que hay que tener paciencia, generando una inercia continuada de ilusión y crecimiento. Un equipo bien organizado que trabaje sin descanso siempre y no solo los quince días de campaña.
Y es que la inercia, en politica, es fundamental. Cuando Ciudadanos ganó las elecciones hace tres años, lo hizo porque supo generar una ola de ilusión e inercia ganadora que concentró gran parte del voto constitucionalista. Sin embargo, el ego mal entendido y decisiones desacertadas hicieron que ese idilio durase poco y fuese ineficaz. Vox ha entrado, en esta ocasión, con un 8% de los votos, menos de la decena, por tanto, la creación de una alternativa en Cataluña tampoco está garantizada con VOX.
Sin embargo, si hay alguien que si las circunstancias ayudan, puede unificar y representar esa alternativa necesaria, es Alejandro Fernández. Y esa alternativa pasa porque muchos entiendan que es la unión la que hace la fuerza. Una alternativa que tiene que construirse y asentarse en los municipios para dar el salto a algo mayor y que tiene que ser capaz de crear, también, una alternativa cultural e ideológica que rompa con la falsa verdad impuesta en Cataluña.
Una victoria, a veces, es la suma de muchas derrotas. Por eso: no te rindas, Alejandro. Cataluña necesita políticos como tú. España necesita políticos como tú.