Miguel Ángel Sastre
El Alcalde
Almeida ha conseguido elevar de nuevo la política al nivel de actividad digna y honorable cuando, sin embargo, parecía estar más denostada que nunca
26 de Mayo. Hace exactamente un año, mientras que algunas ciudades situadas más al sur mantenían su apoyo a equipos de gobierno cuya gestión era – y sigue siendo - ciertamente cuestionable, en la capital de España, los ojos se centraban en una mujer y un hombre. ... La primera gobernaría la comunidad, el segundo la alcaldía. Ambos compartían haber llegado al poder tras un duro camino de críticas y zancadillas. Zancadillas que, en algunos casos, siguen existiendo y se convierten, a veces, en auténticas puñaladas procedentes de entornos cercanos.
Concretamente, quien tomaba el bastón de mando de la ciudad de Madrid se enfrentaba al difícil reto de sustituir la figura de alguien a quien la izquierda mediática había convertido en un "icono pop", dotado de la capacidad de guiar moral y espiritualmente a su pueblo. Más allá de una reducción de la deuda - común en todos los consistorios españoles y propiciada por la Ley de Estabilidad Presupuestaria del gobierno de Rajoy - y alguna idea bien intencionada, pero como ocurre habitualmente, mal ejecutada, se descubrió que detrás de esa imagen mágica de "tótem entrañable" del progresismo no había mucho más que aportar a la principal ciudad de España.
Llegaba a Madrid, por tanto, un alcalde que tenía, en principio, a la opinión pública en contra por el mero hecho de haber desalojado a quien idolatraba.
Hasta ahora había tenido la ocasión de coincidir con él en algún evento. Amable, con buen sentido del humor y sobre todo, con una capacidad especial que valoro en los políticos: la habilidad de transmitir ideas sin necesidad de llevar en cada intervención decenas de folios impresos escritos por alguien de su gabinete.
Pero todo cambió cuando llegó la crisis del Covid - 19 y ese alcalde: José Luis Martínez - Almeida y su equipo hicieron, simplemente, lo que tienen que hacer los políticos en situaciones difíciles: trabajar sin descanso y gestionar. Hizo lo que tiene que hacer un alcalde: defender con uñas y dientes a sus ciudadanos.
El alcalde de Madrid se ha convertido en la imagen visible de lo que hacen muchos políticos y la sociedad, a veces, no ve. Se me ocurren muchos otros casos: alcaldes y líderes de la oposición - sin ir más lejos, varios de nuestra provincia - o representantes autonómicos de Andalucía y de otras comunidades de distintos colores políticos. No importa la ideología: Almeida ha conseguido evocar, de nuevo, la figura del gobernante empático capaz de estar en todas partes, escuchando y ayudando eficazmente y no únicamente posando ante las cámaras.
Almeida ha conseguido elevar de nuevo la política al nivel de actividad digna y honorable cuando, sin embargo, parecía estar más denostada que nunca. Y cuando todo esto pase, sabe lo que hay que hacer para que Madrid vuelva a ser Madrid. Tiene planes que harán que siga siendo el motor de España. La ciudad en la que todo el mundo encuentra su lugar. No lo voté porque no estoy censado allí, pero simbólicamente he podido considerarlo estos meses "mi alcalde", al haber estado residiendo gran parte del año en esa ciudad. Sin embargo, en el momento más difícil, ha conseguido convertirse en el alcalde de todos: en el Alcalde de España.
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