Opinión
Metáforas
Leo, con delectación, el estudio que Fredrik Barth llevara a cabo en los años 70 sobre la etnia Baktaman de Nueva Guinea
Leo, con delectación, el estudio que Fredrik Barth llevara a cabo en los años 70 sobre la etnia Baktaman de Nueva Guinea. Un clásico de la antropología en la línea estructural abierta, entre otros, por Lévi-Strauss y Radcliffe-Brown. Barth se esfuerza por comprender ... y hacernos llegar la visión del mundo de estos habitantes de las selvas montañosas de Papúa. Visión del mundo que, en base a su entendimiento, les ha permitido sobrevivir durante miles de años en ese exigente territorio.
El punto de vista de Barth es el del científico occidental que, tras una rigurosa observación sobre el propio terreno de los ritos y la vida diaria de los indígenas, trata de interpretar el comportamiento de estos desde su riguroso academicismo y su conciencia de hombre civilizado, lo que hace que su observación, desde un ángulo de indisimulada superioridad, acabe juzgando la epistemología baktaman como ciertamente compleja, pero no exenta de una innegable ingenuidad.
Esta posición de observadores privilegiados, la que nos ha brindado la ciencia a los habitantes del mundo occidental, es la que nos otorga nuestro convencimiento de ser capaces de descubrir los auténticos mecanismos de la realidad que nos rodea. Frente a la interpretación fantasiosa del mundo de los pueblos indígenas (‘metafórica’ según Barth) nosotros estamos plenamente seguros de poder descifrar las leyes empíricas que rigen los fenómenos naturales, desde la raíz genética de la vida a los giros de las galaxias. Nos creemos plenamente instalados en lo real, mientras pensamos que los hombres pertenecientes a aquellas culturas primitivas continúan sometidos al dictado de sus propios sueños.
La supervivencia de los baktaman depende de la lectura e interpretación de los mensajes que les envía su implacable medio natural, y lo hacen por medio de complejas estructuras metafóricas donde un universo simbólico de colores, plumas de los pájaros, formas vegetales o el pelaje de los animales les sirven de términos familiares que hablan de aquellas realidades abstractas inalcanzables que pertenecen al poderoso mundo de los dioses o de sus propios ancestros. Sólo a través de los ritos y de los sacrificios se puede entablar un oscuro diálogo con aquellos seres del más allá, a fin de que les sean propicios en la caza, liberen de las enfermedades y favorezcan el crecimientos de los cultivos en sus huertos.
Nosotros, en cambio, a nuestro entender, estamos en condiciones de entablar un diálogo directo con la naturaleza en base a nuestro progresivo conocimiento de sus leyes. Podemos dejar a un lado transacciones metafóricas, como la matanza ritual del cerdo, por medio del atajo rutinario de un análisis de orina, podemos ahorrarnos el ofrecimiento a los ancestros de la parte que les corresponde de las víctimas por el camino fácil de rociar con veneno nuestras plantaciones o atiborrar con antibióticos a los animales hacinados en nuestras granjas.
Hoy en día, la naturaleza, esa misma naturaleza que estamos empeñados en someter, nos está lanzando claros mensajes de que no es que continuemos instalados en un mundo de sueños sino, lo que es peor, que corremos por la senda de la locura. Nos negamos a leer e interpretar las advertencias que nos lanza el medio en que vivimos, porque nos creemos por encima del poder iluminador de la metáfora. Los baktaman nunca pierden su asombro frente a los hechos cotidianos y nunca le faltan al respeto al medio que los nutre. Nosotros le hablamos de tú a tú a la realidad que nos rodea y, orgullosos de nuestra lúcida conciencia, nos faltamos al respeto incluso a nosotros mismos.
Ver comentarios