Ana Mendoza

Urge un cambio

Estar al frente de una cofradía supone dejar de lado en demasiadas ocasiones a familia, renunciar a ese tiempo libre tan preciado y necesario y no todo el mundo está dispuesto a ello

Ana Mendoza

Visto lo visto creo que es el momento de la reflexión. Los cofrades, los hermanos de fila, los cargadores y capataces, los que forman parte de las juntas de gobierno, los aspirantes a ello... Los directores espirituales, el Secretariado... todos aquellos que de una forma ... u otra apreciamos y queremos la Semana Santa tenemos que hacer de vez en cuando examen de conciencia. Es necesario que nos planteemos el verdadero sentido de todo esto y comprendamos de una vez por todas que el inicio de cualquier cambio siempre está en nosotros mismos.

Tras los últimos cabildos electorales queda claro que cada día se demuestra más la necesidad de una reforma de las normas diocesanas de las hermandades. Pero no sólo se trata de modificar el procedimiento electoral, sino que hay que incidir en recordar a los cofrades el significado de unas elecciones en una corporación. Parece que últimamente muchos se equivocan y olvidan que forman parte de una entidad cristiana en la que se ha demostrado que existe la democracia desde hace muchísimo tiempo. Los cabildos electorales se han convertido más en una batalla política, en un enfrentamiento entre bandos carente de deportividad y movidos por el forofismo, más que por la lógica y el fin más importante que no es otro que el bien de la hermandad.

Tengo la sensación de que en lugar de buscar a las personas más apropiadas para guiar y gestionar a la cofradía se persigue únicamente ganar unas elecciones, cueste lo que cueste. Aunque ello conlleve comportamientos que están totalmente fuera de lugar. E incluso, los directores espirituales, en vez de intervenir en pro de esa democracia sana que todos queremos, se implican y posicionan cuando deberían ser árbitros neutrales que velen por ese interés común que nos une a todos. No basta solo con cambiar el procedimiento. Hay que cuidar las formas. No puede haber malos gestos, ni pintadas desafortunadas, ni fotos en las redes que son muy poco acertadas. Tampoco un cabildo electoral puede salir adelante con más votos por correo que presenciales. Si todo esto ocurre es que algo falla. E insisto, el cambio empieza en nosotros mismos.

Aquí no se trata de ganar como sea. Esto no es una final, ni nadie se juega la permanencia. Hay que creer en el proyecto que se plantea. Hay que valorar las opciones y considerar qué es lo mejor para la hermandad. Sólo eso. Tiene que dar igual si uno es mi amigo o el otro es mi primo. Lo verdaderamente importante es que esas personas sobre las que se deposita ese cometido estén debidamente preparadas y comprometidas con la hermandad, algo que no es fácil porque ello requiere muchas horas de trabajo. Estar al frente de una cofradía supone dejar de lado en demasiadas ocasiones a familia, renunciar a ese tiempo libre tan preciado y necesario y no todo el mundo está dispuesto a ello. Quizás es un precio demasiado caro pero sin embargo, aún sabiéndolo, algunos se postulan por ese cargo.

Ya han pasado dos semanas desde aquel pleno extraordinario en el que las cofradías de Cádiz pedían que se convoquen unas reuniones con el Secretariado, con el delegado diocesano y con el Obispo para plantear la necesidad de cambiar las normas. De momento nada se sabe de esos encuentros. Que es verdad que urge la modificación de las reglas. Pero también es cierto que es precisa una reflexión porque la imagen mostrada por algunos cofrades no es la deseada. No se puede mirar hacia otro lado ni querer buscar culpables. Antes de cambiar nada hay que asumir también esa responsabilidad.

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate

Ver comentarios