Ana Mendoza

Huesos de santo

A pesar de que se imponga la atractiva celebración de Halloween, con sus terroríficas golosinas, sus disfraces, carabelas y diablitos, estos días nos acordamos de quienes ya no están

Ana Mendoza

Me encantan los huesos de santo. Bueno, a decir verdad, me gustaban muchísimo los que hacían las monjas del convento del Corpus Christi y San José de las Carmelitas Descalzas de Cádiz. Un recuerdo imborrable de mi infancia es ir con mi madre al ... torno de la calle Costa Rica a comprar en estas fechas esos preciados dulces que nunca faltaban en mi casa. Era una tradición, una costumbre y un momento que se repetía cada año cuando llegaba esta festividad de todos los santos .

Me gustaban los clásicos: yema, batata y chocolate... nada de fresa ni otros sabores porque además creo que, entonces, esos no los había. Almendra, azúcar y huevo son los ingredientes básicos de esta receta pero, a pesar de que sigo buscando, no los he encontrado tan buenos como aquellos que vendían las hermanas de este convento en sus cajitas blancas de cartón.

Llegó un momento en el que dejaron de elaborarlos. Ya no había en casa huesos de santo de las monjas. Probamos otros, pero no eran lo mismo. Y eso que los ingredientes no variaban.

Hace algún tiempo tuve la suerte de entrar en ese convento para conocerlo y escribir un reportaje sobre la clausura en Cádiz. Fue entonces cuando descubrí el interior de aquella casa en la que, detrás del torno, todo era paz, silencio y recogimiento. Vi lo que había dentro de esa finca por la que había pasado mil veces. Me enseñaron sus celdas, su azotea con sus vistas inspiradoras a la Bahía, su sencillo columbario y conocí también, como yo anhelaba, el obrador que se encuentra en la zona donde antes estaba la iglesia. Fue entonces cuando me comentaron que no pudieron seguir adelante con la elaboración de los dulces porque cada vez eran menos en el monasterio y además las hermanas se hacían mayores. Sí me enseñaron el proceso de la elaboración de las formas eucarísticas que hacen para toda la diócesis. Y también me dieron recortes, otro clásico de mi infancia.

En ese instante comprendí que los ingredientes eran lo de menos . La clave estaba en la dedicación, el afecto y la bondad con la que las hermanas elaboraban esos dulces. Asumí que me tendría que quedar con el recuerdo que vuelve fiel, como ahora, todos los años.

Porque a pesar de las modas y tendencias actuales, este puente, que actualmente se afanan en llamar ‘de noviembre’, para mí siempre es el de todos los santos . A pesar de que se imponga la atractiva celebración de Halloween , con sus terroríficas golosinas, sus disfraces, carabelas y diablitos, estos días nos acordamos de quienes ya no están y visitamos los cementerios en señal de respeto y duelo por ellos.

No pienso que tengamos que competir con el auge de la fiesta pagana, ni si quiera censurarla. Si nos empeñamos en ello, nos equivocamos. Solo debemos mantener vivas nuestras costumbres y explicárselas a nuestros niños para no dejarnos arrollar por una tendencia importada que cuenta con un difusión desorbitada.

Comenzamos ahora un puente lleno de limitaciones, restricciones e incertidumbre. Empezamos un fin de semana largo en el que nos vemos privados de excursiones a la Sierra, reuniones y fiestas temáticas. Iniciamos unos días en los que quizás no podamos reencontrarnos con todos los amigos y familiares que quisiéramos . Pero puede que sea el mejor momento para recuperar un poco de calma y reflexionar sobre el verdadero sentido de esta fiesta. Y si es con unos huesos de santo, aunque no los hayan elaborado las monjas, bienvenidos sean.

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