Ana Mendoza
Crispación
Cuando se trata de la religión católica, enseguida arrecian los reproches
Leo críticas estos días con respecto al hecho de que las iglesias y parroquias puedan permanecer abiertas y no tengan la obligación de cerrar a las seis de la tarde . Tras el estudio pormenorizado del BOJA de este pasado domingo, las ... diócesis andaluzas, y entre ellas la de Cádiz, concluyeron que las medidas establecidas por la Junta de Andalucía para combatir el Covid-19 no afectaban a la libertad religiosa. Quiere esto decir que las iglesias pueden seguir desarrollando su actividad y que pueden abrir por las tardes, eso sí, cumpliendo con el toque de queda a las 22.00 horas , y ajustando su capacidad según el nivel de alerta de cada localidad. Esto se traduce actualmente en que en la mayoría de los casos solo se permite un 30% del aforo.
Compruebo que esta licencia que tienen las iglesias no es en general bien recibida y muchos, que probablemente no entren en ninguna desde hace años, se afanan en enturbiar el ambiente alegando causas como que no están permitidas las reuniones de más de seis personas , sin tener en cuenta que no es lo mismo un lugar amplio en el que se señaliza qué espacio debe ocupar cada uno, que el salón de una casa. Porque, y esa es otra cuestión que daría para un análisis aparte, aquí parece que cada uno interpreta las normas como le da la gana.
La verdad es que no me sorprende que haya tantas opiniones contrarias a que no se haya restringido el horario de los templos. En primer lugar porque cuando se trata de la religión católica, enseguida arrecian los reproches y en segundo lugar porque, pese a aquello que se decía por marzo de que de todo esto saldríamos mejores personas, más comprometidos, más respetuosos y solidarios, percibo más bien que se ha producido el efecto contrario.
En líneas generales, la crispación social va en aumento . Creo que es algo lógico y que cabía esperar teniendo en cuenta este momento que vivimos definido cada vez más por la indecisión y por la imposibilidad de poder hacer nuestras vidas tal y como hasta antes de que empezara esta crisis.
La crispación hace que dejemos de empatizar y conectar con el otro, ocasiona que desaparezca el respeto y provoca que actuemos y respondamos con agresividad y soberbia . Abandonamos la buena educación, y esto es clamoroso especialmente en las redes sociales, porque en cierto modo nos sentimos acorralados y sin respuestas frente a tantísimos problemas que se están derivando de esta situación. Porque además de cómo parar la dichosa enfermedad, la principal preocupación es la económica como consecuencia del desempleo que ya sufren muchos y del que previsiblemente está por llegar.
Así que, tras este último zarpazo normativo para frenar la pandemia, en vez de centrarnos y tratar de llevarlo lo mejor posible, nos hemos enzarzado en aquello del «y tú más» . Que si las peluquerías son esenciales, que si lo son los veterinarios, que si los estancos, que si los gimnasios... que si el pequeño comercio es esencial y que si los bares y restaurantes también lo son...
Pues claro que todo eso es necesario y no solo para quienes dependen económicamente de ello . Son servicios fundamentales en cuanto que tienen demanda. Por eso existen. Y por eso también son esenciales las iglesias y mantenerlas abiertas , de forma responsable, para que quien lo precise y quiera pueda acudir a ellas. Pienso que ahora, como nunca antes, es muy importante ser respetuosos y no dedicarnos a atacar sin más. Porque no podemos dejar que la crispación se convierta en un estado de ánimo colectivo .