A media luz

Se percibe que este año los carnavales de Cádiz andan algo apagados

Julio Malo

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Se percibe que este año los carnavales de Cádiz andan algo apagados. Los entendidos aducen varios motivos, como la dispersión de la fiesta, antes más concentrada en La Viña y otros barrios del centro antiguo; también la abundancia de agrupaciones; habituales de las chirigotas callejeras comentan, no sin cierta exageración: “hay más gente participando en los grupos que entre el publico”. El calendario litúrgico ha influido en ello al aproximar las fiestas a unas Navidades recién terminadas, y alejarlas de la celebración andaluza del 28 de febrero; ya hubo quien propuso hacerlas coincidir, contra la tradición del “adiós a la carne” previo a la cuaresma. Algo semejante a la ocurrencia de Vicente Moral, cuando en 1964 trasladó a mayo unos carnavales camuflados desde 1948 como “fiestas típicas”, tras su prohibición en 1937; de modo que hasta cuarenta años después, ya en 1977, no se recuperó plenamente una tradición cuyo origen se remonta a la población negra del siglo XVII. No es cuestión de conculcar de nuevo tan ancestral costumbre por puro oportunismo turístico.

El apagón carnavalesco coincide con la pobreza energética extendida por la ciudad en un invierno riguroso, que no se ha podido paliar mediante las políticas asistenciales del Consistorio, paralizadas por un recurso del Partido Popular contra el Bono Social. Esta propuesta del nuevo gobierno municipal tiene por objeto sufragar la cuota de los suministros a las familias que acrediten rentas escasas y se comprometan a contribuir al ahorro y la eficiencia energética; dos mil familias habían solicitado acogerse a esa medida ahora en suspenso. A un año de las nuevas elecciones, los programas sociales de la izquierda gaditana se desenvuelven con dificultades, si bien han conseguido acuerdos con la judicatura que evitan los desahucios, los alquileres sociales han fracasado, así como las soluciones al colectivo de personas sin hogar que hace poco padeció otra víctima mortal. De nada de esto hablan las letras de las coplas, pues sobran recursos para eludir problemas: “en Cádiz no hace frío, hace humedad”. Una incómoda sensación térmica que aún recuerdan con espanto muchos gaditanos emigrados a lugares mejor acondicionados. ¿Por qué en las épocas oscuras se escribe con tinta invisible? Se preguntaba Pablo Neruda.

Así que, como dice el dicho, a muchos gaditanos les va a dar el sol con una vela, en tanto no se invierta el proceso económico que prima los mercados frente a los principios de solidaridad que caracterizaron la sensibilidad cristiana y la cultura socialdemócrata. No es tan difícil, lo acabo de ver en Portugal, donde un gobierno progresista ha recuperado la lógica de la fraternidad. También en Cádiz hay destellos de esperanza, como ese convenio entre Ayuntamiento y Universidad, que puede devolver actividades docentes que hace años dejaron tantos edificios abandonados. El carril bici, la peatonalización en el centro y paseo marítimo, así como la recuperación de la plaza de la Estación, tal vez configuren una ciudad más amable, aunque el tranvía ni está ni se le espera. Entre tanto, nos queda el Carnaval Chiquito o de los Jartibles, con chirigotas tan entrañables como la de Rufo y Pepe Baena, Bonney M metío en manteca, o Qué Bavaridad liderada por Blanca Flores que ya el 10 de marzo se ocupará de la Ruta Quiñones, este año plena de sorpresas. Fernando comentaba las raíces negras del carnaval, como reconoce Ramón Solís en su libro “Coros y Chirigotas”, aunque el historiador conservador omita la macabra existencia de la Compañía Gaditana de Negros.

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