Más divididos que nunca
El mejor sistema dentro de la democracia es sin duda el bipartidismo; esta fragmentación no augura nada bueno
No pocos gurús de la política en España, cuando comenzó la proliferación de partidos alternativos a las dos grandes fuerzas tradicionales –PSOE y Partido Popular– vaticinaron que esto era garantía de futuro para nuestro país. «Gran noticia, se acabó el bipartidismo», decían. «Están obligados a ... entenderse y eso será bueno para todos», auguraban. «La pluralidad es siempre la mejor garantía para la democracia», aseveraban con rictus serio. Con el gesto de quien está convencido de que lo que dice es una verdad irrefutable.
Hoy, varios años después, los hechos nos han demostrado que esa multiplicidad de partidos a lo único que nos ha llevado es al bloqueo político. Ocurrió en diciembre de 2015, cuando hubo que repetir elecciones seis meses más tarde. Volvió a pasar el pasado 28 de abril, y por eso ayer tuvimos que volver a las urnas. Y a ver si en breve no tenemos que ir de nuevo. Porque la aparición de Ciudadanos, Podemos y posteriormente Vox no ha aportado absolutamente nada positivo a España. Como en su día tampoco lo aportó UPyD. Si acaso, ha servido para confirmar, si no lo teníamos claro ya, que nuestros actuales líderes políticos son incapaces de ponerse de acuerdo en absolutamente nada. De ahí que desde hace demasiado tiempo seamos un país bloqueado, en el que no se toman grandes decisiones, en el que lo urgente impide que nos encarguemos de lo importante, como son las pensiones, la crisis que nos viene, la sanidad, la subida del paro, la educación...
El menos malo de los sistemas dentro de la democracia es el bipartidismo. Lo mejor que nos puede pasar es que exista un representante fuerte de la izquierda y otro de la derecha, aglutinando ambos bajo unas mismas siglas las diferentes sensibilidades de cada opción. Llegando a acuerdos sobre determinadas políticas a nivel interno. Porque de lo contrario lo que ocurre es lo que ha ocurrido, que no es más que la proliferación de los populismos. A izquierda y derecha. Y la fragmentación.La división incluso entre personas que, en lo básico, piensan igual, pero que no se ponen de acuerdo sobre quién los representa mejor.
Durante las últimas décadas, España ha experimentado un desarrollo en todos los ámbitos impensable para muchos de nuestros mayores, que vivieron prácticamente toda su vida bajo un régimen dictatorial.Tras la Transición, socialistas y populares, alternándose en el poder, nos llevaron a lo que somos hoy, un país moderno, con un sistema sanitario envidiado en no pocos países del primer mundo, con un sistema educativo que alcanza al cien por cien de la población, con unas infraestructuras modernísimas, con un nivel de vida más que aceptable. Por supuesto que se han hecho cosas mal, muy mal. La corrupción y la crisis nos atacaron con fiereza. Pero por más que se empeñen los Rivera, Iglesias o Abascal, la solución no es fundar partidos nuevos. La solución pasa por fortalecer los dos existentes y alternar el poder. Como hasta ahora. Y reforzar, por supuesto, a jueces y policías para acabar con la corrupción.
En ese camino es en el que hay que avanzar. Estos últimos años lo único que hemos hecho es retroceder. Y ayer lo volvimos a hacer. De nuevo estamos fragmentados.De nuevo comenzarán los contactos inútiles. De nuevo los partidos independentistas se verán más fuertes para exigir prebendas. De nuevo seguirá pasando el tiempo sin que demos pasos firmes hacia adelante. Sin que se pueda elaborar un presupuesto, sin que se puedan tomar decisiones importantes, de calado.
Estamos más divididos que nunca. Y eso sí que no es augurio de nada bueno para nuestro país.