OPINIÓN

¡Qué maravilloso es viajar!

Viajar, ya sea por placer o, incluso, por trabajo, nos amplía nuestra cultura y nuestras experiencias

Ahora que se va acercando el puente de la Constitución y que, dentro de nada, llegarán las festividades navideñas, seguramente muchos de nosotros estaremos planeando algún desplazamiento para visitar esa ciudad que llevamos tiempo queriendo conocer, asistir a la exposición que nos atrae tanto o ... explorar otros espacios. Viajar, y descubrir nuevas gentes y lugares, tiene muchísimas ventajas. Viajar, ya sea por placer o, incluso, por trabajo, nos amplía nuestra cultura y nuestras experiencias, es una atractiva herramienta educativa para los jóvenes, nos ayuda a reconocer lo bueno que tenemos en casa o, incluso, nos hace descubrir, como decía Aldous Huxley, que todo el mundo está equivocado sobre el resto de los países. En definitiva, viajar es maravilloso. Otra cosa diferente es, suponiendo que tengamos posibles para permitírnoslo, el que nos pasemos la vida de viaje, siempre fuera de casa y del trabajo cotidiano. Y no es que eso sea malo, sino que, en el caso de tener responsabilidades, los posibles inconvenientes de estar siempre de viaje cobran mayor protagonismo. El cansancio y el continuo jet lag nos pueden dejar hechos un auténtico trapo, con lo que ello implica para el funcionamiento normal de nuestras capacidades. Además, si tenemos obligaciones laborales en nuestro lugar de residencia, el estar siempre fuera puede alterar la coordinación en el trabajo con los compañeros y los resultados de aquel. A modo ilustrativo de lo anterior, y a raíz de las recientes elecciones andaluzas, un ejemplo es el permanente ‘modo’ viajero del presidente del Gobierno. Obviamente el contacto con el despacho y los compañeros de trabajo, por mucho WhatsApp y mucha videoconferencia que se utilice, no deja de resentirse en términos de eficacia en la coordinación, en la coherencia de los mensajes o en los resultados del trabajo. Lo vimos la pasada semana con el Brexit y Gibraltar. Todos los implicados en las negociaciones en Bruselas; el presidente, en Cuba. Lo hemos vuelto a ver este fin de semana con las elecciones. El presidente, en Buenos Aires, pidiendo que gobierne la lista más votada, sin contrastar con la realidad de su propio gobierno; esto último, seguramente, debe deberse al continuo jet lag que decía antes. O la falta de coherencia en el mensaje, cuando sus compañeros arremeten contra la irrupción de un partido al que llaman extremista, cuando todo el gobierno está sostenido por elementos anticonstitucionalistas, independentistas e, incluso, por filoetarras. Esta incoherencia en los mensajes, sin duda, es consecuencia de no estar donde hay que estar. Aún así, coincido con el señor presidente en que viajar es maravilloso y, si pudiera, también me gustaría estar hoy en Polonia. Por otro lado, en esto de los viajes, es bueno también cambiar de destino e ir, como decía el Dalai Lama, a sitios en los que no se ha estado antes. A este respecto, algunas declaraciones tras las recientes elecciones son también ilustrativas, y así podemos comprobar que, si solo conocemos Irán o Venezuela, nuestra visión del mundo resulta bastante limitada, con el riesgo que ello supone de adoptar posturas realmente extremistas como eso de asaltar las calles porque los resultados democráticos no nos hacen ni pizca de gracia.

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