TRIBUNA
Ese año del que usted me habla: un dietario
Por lo general no fue una buena añada; pero, aunque de fondo lució un forillo negro, también hubo buenos momentos particulares y hasta futbolísticos
Nada más lejano a mis intenciones que hacer un balance del 2020, algo que ahora ya resulta tan pesado y pasado como una caja de polvorones. Qué sentido tiene contarles lo que todos ya hemos vivido y luego revivido en incontables resúmenes anuales. Tampoco pretendo ... ajustar cuentas con este año que recién enterramos, ni mandarlo al carajo ni decirle hasta nunca. No. Cierto es que por lo general no fue una buena añada, por decirlo en términos vinícolas; pero, aunque de fondo lució un forillo negro, como las comparsas antiguas, también hubo buenos momentos particulares y hasta futbolísticos. Menos aún mi pretensión es la de vaticinar lo que vendrá: ¡y yo qué sé! Bueno, que solo quiero aportar algo original y, viendo que la imaginación no me da, la única manera es contar mi año mes a mes, con mis tonterías y mis ligerezas, con la única intención de entretener al lector.
Enero. ¡Cada año lo empiezo igual!, con la boca llena de uvas a medio masticar mientras me felicitan por partida doble: el año y el santo. Cualquiera de estos se me va un pellejo frutal por otro lado y en vez de abrazarme me tienen que hacer la maniobra de Heimlich. 2020 lo arrancamos, como es habitual, en la tierra que nos vio nacer: Granada. El día 2, el de la Toma, nos fuimos a tomar viento fresco a Málaga. También anduve el primer mes, cuando aún éramos inocentes, por Sevilla, en el estadio Sánchez Pizjuán viendo perder a mi equipo, el Granada CF. Ay, cuánto daría por volver a las gradas, aunque nos golearan de nuevo.
Febrero. El virus era algo exótico y hasta cierto punto cachondo entre pangolines y sopitas de murciélagos. Materia de cuplé de chirigota, vaya. En Cádiz nos entregamos a los carnavales en cuerpo y Almax. Un concurso marcado por la ausencia de Juan Carlos Aragón y Manolo Santander, en el que destacó ‘La Chusma Selecta’ de Martínez Ares. La chirigota revelación, ‘Los Impacientes’, se podía haber confinado entonces, redondeando su actuación, perfeccionando sus dotes adivinatorias y lanzándonos un importante aviso. Falleció el magno periodista David Gistau, un golpe directo al mentón.
Marzo. Lo iniciamos por todo lo alto. Volví a Granada a ver jugar a mi equipo la vuelta de la semifinal de la Copa del Rey ante el Athletic. El ambientazo fue sobrecogedor: si no nos contagiamos ahí… Había que remontar y se remontó, pero duró 6 minutos, 6, la alegría en la casa del pobre. De vuelta a casa, me entero de que las Fallas se cancelan, pero el carnaval chiquito sigue adelante, confluyendo con las mareas de los 8emes. Apuramos las coplas y los moscateles escuchando las ilegales más canallas en torno a Sagasta hasta última hora. Pocos días después, ya estamos encerrados en casa.
Abril. Me salvan el confinamiento ‒aparte de la cerveza y las benzodiacepinas‒ la literatura, el ‘skipping’ en las escaleras del bloque, el ‘running’ en la azotea y las series plataformistas. No soy capaz de abordar nuevas lecturas, así que releo los libros que de primeras más me gustaron: ‘Las máscaras del héroe’ o la biblia bohemia de J.M. de Prada, ‘Los detectives salvajes’ de Roberto Bolaño, ‘Sumisión’ de Michael Houllebecq, ‘Ficciones’ y ‘El Aleph’ de J.L. Borges, y hasta la primera parte de ‘El Quijote’, con sus novelillas intercaladas, de un autor del que ahora mismo no recuerdo su nombre. Descubro dos buenas series y una tercera excelente: ‘El joven Papa’, ‘Sucession’ y ‘Los bajos de Argüelles’. Fernando Simón se atraganta con una almendra. Fallece, al alba, Luis Eduardo Aute.
Mayo. Hasta los mismísimos del ‘Resistiré’ y de los aplausos. Veo reposiciones de ciclismo de pasadas temporadas y vuelvo a vibrar. Empieza la suelta gradual, en lo que los cursis y neolingüistas del Gobierno dan en llamar «desescalada» y «nueva normalidad». Con el tema de las franjas horarias, me veo abocado a madrugar y salir a pasear a las 7 de la mañana, lo que acaba convirtiéndose en un auténtico gozo ver amanecer por el Campo del Sur. Muere Julio Anguita, un comunista bueno, si se me permite la contradicción.
Junio. Primera salida de Cádiz d.C-19. Voy a Sevilla a visitar al tío José, y paseamos sus calles desnudas con gran aprovechamiento. Me enseña la casa donde nació Velázquez y en la que vino al mundo Bécquer, tapeamos en lo del adobito sin guardar cola, visitamos los Reales Alcázares prácticamente solos. Ah, y mi Granada se clasifica por vez primera para Europa. Comienzo a escribir la serie de relatos ‘El camino de Carlos Cano’.
Julio. El Cádiz sube a Primera. Paso unos días en el cortijo familiar en la Vega de Granada. Discuto en la orilla de la playa con un caminante blanco de la Junta, por confundirle con el que vende marisco en una cesta. Parece que la normalidad vuelve por sus fueros, exceptuando lo del Cádiz.
Agosto. Viaje a Ayamonte con unos amigos: me pican tres medusas en Isla Canela y descubro el manjar de la raya al pimentón. Cruzamos a Portugal a desayunar pasteles de nata y bicas de café. Quién nos diría que íbamos a poder hacer un desplazamiento internacional. También voy a Gibraltar, que eso es ya hasta extracomunitario. De regreso a casa, me bautizo caletero por fin con un salto desde el Puente Canal. Me premian una relatillo que lleva por título ‘Coplas a la muerte civil de mi tío José’. El jovencísimo Pogacar le arrebata el Tour de Francia en la última crono a su compatriota esloveno Primoz Roglic.
Septimbre. No me pregunten cómo pero acabo asistiendo al programa de Carlos Alsina en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Que era sin público, claro, totalmente exclusivo. Charlo con Rubén Amón. Y de paso, por fin, conozco la pinacoteca, que es maravillosa (estuve viviendo dos años en la misma plaza del Museo y ni siquiera se me ocurrió entrar). Cumplimos 29 años y me releo la segunda parte del Quijote. ¿Se considera ‘spoiler’ a estas alturas contar que lo hiere otro caballero en la playa de Barcelona y que acaba muriendo en su cama?
Octubre. Me invita JM a la tele provincial para hablar del Cádiz vs Granada. Me doy cuenta de que no doy mal en cámara. Toca mes Delibes y me leo un par de obras suyas que me faltaban: ‘El Camino’ y ‘Las Ratas’. Se solapan el Giro de Italia y La Vuelta a España. El Granada, en su estreno oficial en Europa, le gana al PSV en Eindhoven. Almuerzo con Angelita Iruela, flamante hija predilecta de Sevilla, y, por otra parte, con Rafa Lamelas, que me dio la alternativa en IDEAL.
Noviembre. Debuto como columnista en esta santa casa. Quizás la mayor desgracia del año para algunos. Un mes tranquilo, con muchos paseos materno-matutinos, partiditas de parchís con la abuela Tere y chateos con la malafollá de N. Fallece mi tía-abuela Sofía: única baja familiar del Covid, 10 años después, mismo día y misma hora, que su hermano, mi abuelo.
Diciembre. Me escapo de polizón en un bus a Sevilla y me acerco a Santa Inés, donde Maese Pérez el organillero, a ver la exposición de Chaves Nogales. Mi tío Paco me regala su obra completa. Gano dos bingos en diez minutos, de lo que se deduce que la cosa en amoríos anda tiesa. Llega la vacuna y vuelta a empezar. Ya tengo la primera uva en la mano…