Teresa no conoce Los Remedios
«Donde las casas tienen dos puertas, una para los dueños y otra para el servicio. Servicio que forman mujeres racializadas que empujan por la calle Asunción la silla de ruedas de la gente que vota a Vox. Son malas personas»
Ayer, a la tarde, entré en casa de mi tío José-sito en la calle Virgen de la Oliva, en el barrio de Los Remedios, Sevilla -buscando como un pastor alemán adiestrado, un alijo en los bajos de un autobús; miré hasta debajo del sofá ... mientras gritaba frenéticamente, como un poseso: «¿¡Y la otra puerta, dónde está la segunda puerta!?» Tras cinco minutos de exhaustiva exploración de los 90 metros cuadrados del hogar, concluí que el tito lo más parecido que tenía a una puerta alternativa era un pequeño póster del añorado Antonio Puerta besándose el puño a la altura del dedo anular de su mano izquierda.
Algo más calmado, mi tío José me sentó al sofá y me sacó un tercio de Cruzcampo helado para bajar el sofoco. Apenas di dos buches, cuando me volví a levantar de nuevo como poseído preguntando como un majara que dónde puñetas estaba la mucama. «¡La mucama, tío José; la mucama!, ¿¡dónde la escondes!?», berreaba, a la par que miraba hasta dentro del trasto de la ropa sucia. De nuevo volví a rendirme y el tito esta vez me sacó un platito de mojama, diciéndome que lingüísticamente aquello era lo más parecido que había en su morada a una mucama.
Evidentemente, le pedí disculpas -le llegué incluso a llamar «mala persona»- y le expliqué que todo venía de que estuve el pasado jueves en el mitin de Teresa Rodríguez en la plaza del Falla. Y que quizás me tomé demasiado al pie de la letra sus palabras sobre el hispalense barrio de Los Remedios: «Donde las casas tienen dos puertas, una para los dueños y otra para el servicio. Servicio que forman mujeres racializadas que empujan por la calle Asunción la silla de ruedas de la gente que vota a Vox. Son malas personas».
Luego, ya tomando debajo de su casa unos caracoles en lo de Fernando –Pepe ‘el Facha’ a su lado es un rojo sospechoso–, reflexioné sobre el peligro que entraña el uso de las metonimias o sinécdoques por parte de los políticos en sus soflamas, y más ante un público tan fanatizado como nosotros, la ‘votancia’ de Adelante Andalucía, que estamos dispuestos a cualquier trágala con tal de que acompañe nuestros prejuicios. Luego nos decretan la alerta antifascista y, claro, quién se resiste a quemar contenedores y romper escaparates si el pueblo ha votado mal y los fachas van a repartirse el gobierno de la Junta… Me da igual, aunque estén echando Arrayán, sale uno a la calle con su pasamontañas.
No, ya en serio, Teresa Rodríguez debería lavarse la boca cada vez que pone en su ídem el nombre de Los Remedios o de Sevilla. «Una formación política que defienda los intereses de Andalucía contra Sevilla», dijo en su minuto de oro en el debate de Canal Sur. A lo que Pepe Lobo le replicó por Twitter: «Hay que ser muy imbécil para usar el nombre de una ciudad andaluza como sinónimo de opresión y peligro, de algo de lo que protegerse». Pues lo mismo cuando habla del barrio de Los Remedios como un Mordor fascista, como un tumor maligno que le ha salido a Andalucía.
¿Qué imagen se ha creado esta mujer de Los Remedios? No sé; yo el barrio que conozco es el del genial Silvio tomándose un pelotazo de coñac y fumándose un cigarrillo en el bar ABC, mientras en su cabeza la imagen de aquella chica que anoche vio subir a su portal se convierte milagrosamente en los primeros compases de ‘La ragazza del elevatore’. Es el barrio, ya digo, de mi tío José, jornalero de la radio y votante del PSOE, y de su hermano Clemente y su esposa Ana, ambos humildes profesores de niños con necesidades especiales.
En fin, Los Remedios de Antonio Morilla, el del kiosko; de La Brasa del propio Fernando con sus precios populares, su coña bética y la cerveza mejor tirada de España; de Renzo y sus cafés en el Abisal; de los hermanos leoneses en El Cofiñal; de mi amigo Alvarito compartiendo piso de estudiantes en Virgen de Guaditoca… En definitiva, le recomiendo a Teresa que se mire los prejuicios; empiece por aprender de Silvio: un tipo que sin ser arquitecto supo construir puentes en una ciudad tan bipolar como Sevilla.