Manuel López Sampalo
Tacita de lata
Me pregunto cuándo Cádiz dejará de disfrazarse y se interpretará a sí misma la ciudad
Cádiz es la Mortadelo de las ciudades. Ha sido Pamplona --recuerden el toro escapado en la película de Tom Cruise y Cameron Diaz--, ha sido Marsella --el autobús detonado junto a la catedral-- y, por enésima vez, ha vuelto a hacer de doble de acción ... de La Habana. Me pregunto cuándo dejará de disfrazarse y se interpretará a sí misma la ciudad. A este paso se podrá afirmar de aquí a nada que nuestro pueblo se construye en cartón-piedra ostionera.
Con el gaditano rodaje durante esta semana de la serie portuguesa ‘Cuba Libre’ --que en español sería ‘Cubata’ y la protagonizaría el ministro Ábalos haciendo de él mismo-- se dan un par de datos escandalosos --escandalosos porque me los invento--: uno es que Cádiz ha hecho más veces en la pantalla de la capital cubana que la propia Habana, y otro, que La Tacita ha fungido ante la cámara en más ocasiones de La Habana que de ella misma. Parafraseando la coplilla de Antonio Burgos y Carlos Cano podemos afirmar que para los directores cinematográficos Cádiz es La Habana y La Habana es Cádiz, sin más ni menos, y que el diferencial de negritud y salinidad se lo pasan por Entrecatedrales.
Dicho esto, es normalísimo que luego lleguen los turistas a nuestra tierra y exclamen impresionados ¡lo que se parece la capital gaditana a la cubana! --sin haber estado en esta--: pues claro, zote, si son los escenarios que ves por la pantalla. Siguiendo esta lógica, cuando estos ‘vacacionantes’ pisen la ciudad de la Bodeguita del Medio pensarán que aquello no se asemeja una piedra a La Habana. «¿¡Dónde están las colonias controladas de gatos!? ¿¡y por qué hay patos de la especie Cairina moschata!?, ¿¡pero qué engaño tan estrepitoso es este!?»
Sin ir más lejos que al sofá de casa de mi abuela, valga este ejemplo, estando en él sentadas mi propia abuela Mari Tere y mi tía María Julia siguiendo la serie La Templanza, no había manera de hacerles entrar en razón diciéndoles que las escenas de Cuba estaban filmadas en Cádiz. Que no, que no, que eso es el Malecón, me porfiaban con la seguridad de quien se ha criado en las calles de La Habana Vieja --cuando lo más lejos que han llegado ha sido a Casas Viejas al entierro de su primo Adolfito--. Pero, chiquilla, me desesperaba yo, ¡no estáis viendo que eso es Santa Bárbara y aquello La Caleta!: si solo faltaba que pasara por allí el Cascana en bicicleta o uno despistado con la camiseta del Cádiz marca Massana…
En fin, yo que me proponía hacer un artículo ligerito y pamplinoso en el que tomara estos disfraces audiovisuales como síntoma de la falsedad y la superficialidad de la ciudad y su gente, y como efecto de la incapacidad de ‘ponerse en valor’ --odiosa expresión--, que lleva a Cádiz a prostituirse al mejor postor y que la maquille a su gusto… Y al final mi mente de académico me vuelve a conducir por un sesudo sendero en el que relaciono los vasos de tubo con el ministro de Fomento, me acuerdo de un personaje de Ibáñez y de Juanlu Cascana, hago denuncia implícita de la devolución en caliente de 7 patos, 7, del Parque Genovés cual si fueran menas y me acuerdo del tío abuelo Adolfito, que falleció a los 87 años atragantado con un dado de parchís creyendo que era un pistacho. Pero el remate glorioso no me lo quita nadie:
Con tanto atrezzo, ¿no será que, corrigiendo al poeta, lo que brilla en nuestras aguas no es la plata sino la hoja-lata? En fin, yo pensaría en quitarle una ‘p’ al sobrenombre de Tacita de Plata.