Manuel López Sampalo

Tacita de caca

Lo de la escalera de caracol, que un día va a haber una desgracia ahí, también tiene tela que cortar

Manuel López Sampalo

El miércoles de la semana pasada, al mediodía, se cayó una rama del árbol que está enfrente de casa. Una rama considerable, del tamaño de un tronco de almendro, con sus ramas y ramitas correspondientes: vamos, que si te da en la cabeza no lo ... cuentas. Un desprendimiento esperable dada la ausencia de atención municipal hacia el arbolado de la ciudad: se nota la falta de poda, porque en la primavera alta, tras las lluvias, las ramitas con sus hojas y flores de estos vegetales se nos meten por las ventanas y tenemos que recortarlas con las tijeras de las uñas de los pies de la abuela. Bueno, pues decía, que esa rama gorda estuvo ahí, tirada en la acera, en plena Avenida Andalucía, hasta el sábado…

Lo del alumbrado público es otra. Uno, que sale a correr casi a diario cuando ya el sol ha caído, atraviesa el paseo de Santa Bárbara totalmente a oscuras: ni una mísera farola encendida. Quizás sea para tapar la cochambre del lugar: la pasarela quemada, el teatro del Parque como un descampado silvestre y los ‘clochards’ acampados en los recovecos del parquin. Uno puede pensar que bueno, que es que la luz está a precio de trufa blanca en el mercado negro, y que tal y que cual… Hasta que paseando un viernes a las 11.30 de la mañana atraviesas la Calle Ancha y ¡quia! está artificialmente iluminada como si fuera la avenida principal de Vigo un 24 de diciembre. En fin, un tema, el de la luz municipal con muchos claroscuros: es decir, que todos los días hay alguna calle encendida en plena solana y cada noche, una plaza o una avenida a oscuras. No falla. Y respecto a la proliferación de vagabundos en la ciudad, para qué hablar. Mi tía Julia, que tiene vocación de santa, se deja media pensión, euro a euro, cada domingo de camino a oír misa en San José. La Caleta con sus bajos del Balneario parece La Barceloneta, y La Viña, con su Macías Rete, El Raval. Y Kichi, Colau, claro, y Colau a su vez parece Pepe el Marismeño. Pero bueno, no sigo con los parecidos que me voy por las ramas. La cuestión es que el Ayuntamiento anuncia en su web, en el apartado empalagosísimamente titulado ‘Paredes de cristal’, unas ‘jornadas de reflexión sobre el sinhogarismo (sic, sic) en Cádiz 2021’. Estoy por apuntarme solamente para decir que menos reflexión y más acción, pichita.

Lo de la escalera de caracol, que un día va a haber una desgracia ahí, también tiene tela que cortar. 550 metros calculados sin accesos a la playa: de San Felipe a Las Esclavas. Y Santa María y La Victoria, salvo cuando la marea está baja, desconectadas por ausencia de arena. Y los chavales correteando por esos bloques deformes ahí colocados, tan feos, a la vista de paseantes y turistas. Luego está el tema de la Policía Local, fundamental para que en la ciudad reinen el orden y la tranquilidad. Y ustedes, munícipes, en vez de dar su brazo a torcer en pro del ciudadano, lo que hacen es ponerse gallitos. Lo que tienen que hacer es tragarse su orgullo y su ideología y si hace falta, por el bien del pueblo, poner el culo. Y no dejar que salga el jefe de prensa de Kichi –quien, por cierto, aún no ha demostrado su titulación como periodista– en modo Rotweiler a decir que estos maderos son unos nostálgicos del franquismo y que intentaron dar un golpe de estado municipal, cuando lo que hicieron fue tirar tres bombitas de humo ¿Acaso hay que recordar quiénes eran los que cantaban aquello de que la próxima visita será con dinamita?

Bueno, y que durante todo el verano la botellona se ha hecho en la Alameda Apodaca lo saben hasta en Zihuatanejo. Y en la Plaza de la Reina, ídem, como una erizada diaria. Y no quiero hablar de aforos y medidas en pubs y discotecas, pero vaya, que si quieres bailarte un reguetón bien pegao con una persona desconocida, nihil obstat. Soy consciente de que a esta crítica, en la que no hago más que poner negro sobre blanco lo que es vox pópuli, le darán el alcalde y su tropa –en el supuesto optimista de que se paren a leerla– el mismo uso que yo al doble capa de Scottex o, en su defecto, a los libros de Galeano. Pero ustedes, con su orgullo de «el carnaval en junio es inamovible», entiendo que tomarán nota y tratarán de corregir lo mucho que hacen mal, cuando ya no es solo un columnista ‘fasha’, ni cuatro marías en el mercado quienes le dicen que el emperador va desnudo; sino que se lo cantan hasta sus amigos. Ahí tiene, Kichi, a su colega de comparsa Octavio Linares, razonadamente indignado, diciéndole lo que hay: «Cúmulo de despropósitos», «playas sin servicio», «ríos de pipí», «asentamientos chabolistas», cambios festivos sin criterio y «muchos defraudados»: entre ellos, Martínez Ares.

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