Manuel López Sampalo

Un soneto de Lope y un gol de Benzemá

Digo que no hubiese aceptado el reto de escribir esta columna en apenas veinte minutos si aún no conservara esa electricidad que me transmitió el Madrid la noche del miércoles

Manuel López Sampalo

A ver, hace más de dos horas que tenía que haber entregado este artículo. La redacción está a punto de cerrar y apenas tengo quince minutos para cubrir 3.200 caracteres. Pero como los editores y el director de esta casa son benevolentes, me han ... dado una prórroga a ver si sale algo. Como pensando que el loco éste, hablo por mí, es capaz de lo mejor y de lo peor. Ignacio Moreno es el Ancelotti de Bahía Blanca sacando a Rodrygo, Asensio y a Camavinga por Casemiro, Kroos y Modric, y colocando a Militao de palomero: ¡se la juega! y yo no le arriendo las ganancias.

La alternativa quizás sea que publiquen una aburrida columna de Antonio Papell ‒el Pep Guardiola de los periódicos‒, este señor que dijo aquello, en referencia a la Semana Santa, de que «La derecha del PP y Vox, con Moreno Bonilla de muñidor, encaja con la Andalucía de señoritos, folklore y religiosidad rancia, y la condena a la parálisis. Sólo el progresismo podrá levantar e impulsar a la Andalucía real hacia la modernidad». ¿El progresismo, Andalucía, levantar, impulsar?: ¡JA! Remember 40 años de ERE, FAFFE, Cursos de Formación…

Me niego, sinceramente, a que mi sitio lo vaya a ocupar un señor alabando a Yolanda Díaz por servir una cerveza en la Feria de Abril. Por ahí no paso. ‘Ni mijita’, que diría El Selu. Y que conste que respeto absolutamente a este veterano redactor, no es nada personal, pero es que me da mucho coraje que articulistas plomizos le estén cerrando el hueco a magníficos plumillas jóvenes talentosísimos: como mi amigo Pelayo Moreno ‒que escribe como torea Tomás Rufo‒, Joel Carrasco o @santigigliotti: que te lees una columna suya y es como el bimbazo que te pega un chupito de Jägermeister. El bueno de Papell no se quedó con el único precepto que marcó el maestro Manolo Alcántara en esto del columnismo: «No aburrir al lector sobre todas las cosas».

Ay, cuánto echamos de menos a Manolo, que hacía unas contras más letales que las del Madrid contra el City el otro día. Y a su discípulo Gistau, aquel que quiso cambiarle un verso a Jabois en su himno de la décima: «soy lucha, soy galerna».

Sigo, que ya voy entrando en los 2.000 caracteres. Digo que no hubiese aceptado el reto de escribir esta columna en apenas veinte minutos si aún no conservara esa electricidad que me transmitió el Madrid la noche del miércoles. Si ellos fueron capaces de hacer esa burrada, ¿no voy yo a escribir un artículo de seiscientas palabras en un rato? Sujétame el rebujito. Además, así le estoy diciendo a la inspiración, a la musa, que le den, que no la necesito, que me basta la presión y que yo, si me lo creo, soy el puto Karim Benzema del columnismo.

Desde luego, este texto no se va a llevar el Mariano de Cavia ni el Gistau, pero de haber un premio Kylian Mbappé ‒o Pacha Espino en versión local‒ a la columna escrita a mayor velocidad, esta podría estar en el top 3. Le escuché a Gabriel Albiac, que iba escribiendo su columna semanal de ABC durante los seis días anteriores. Lo veo bien para un ensayo filosófico, pero no es eso, no es eso. Esto va de electricidad, de dos zarpazos en el descuento que ponen boca abajo al lector. De una metáfora que te rompe como un trago seco de absenta.

Contad si son 3.200 caracteres y está hecha. Hale, salgo a correr un ratito.

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