Réquiem por una librería gaditana
Lloramos ahora como fariseos lo que como lectores no hemos querido defender
Léase con altavoz: «¡Minuto 21 del partido del siglo, cambio en la Bahía de Cádiz: se retira con el dorsal número 13 otra librería, entra con el 8 una plataforma logística de Amazon!».
Es posible que no haya una relación causal entre el cierre de ... una librería y la apertura de un almacén amazónico, o viceversa. Aunque si voy de lo particular a lo general, la relación causa-efecto es impepinable. He hecho los cálculos: soy lector y de los libros que compro, el 90% son vía Amazon. Si al mes me hago con cuatro libros, al año son 48. De los cuales, calculando el tanto por ciento, solo cinco proceden de librerías. Imaginen que en Cádiz hay 200 personas como yo –de 48 libros anuales– y que no existe Amazon y que todos los libros los compramos en una librería, por ejemplo Las Libreras: creo que con 9.600 ejemplares vendidos anualmente funcionarían con holgura. Creo.
Mi comodidad, nuestra comodidad, mató una librería, y si a nuestra pereza le sumamos el creciente desinterés lector, estos bellos comercios se acabarán por extinguir como el pájaro dodo, y nuestros ojos lo verán. Entono el ‘mea culpa’: ¿pero quién se resiste a hacer clic para que al día siguiente te traigan a casa el libro deseado? «No, espera: que me visto, camino 2 ó 3 kilómetros hasta la librería y… Está cerrada porque son las 1.27 de la madrugada. Bueno, mañana será: me acerco y me dicen que no tienen el último de Santiago Lorenzo, que me lo piden y que llegará en 3 ó 4 días…». Tres veces al año haces el esfuerzo, semanalmente no. Cada cuál mira por sus intereses y «es el mercado, amigo», esa frase tan jodida y certera de Rodrigo Rato.
Lloramos ahora como fariseos lo que como lectores no hemos querido defender. El Alkalde ni siquiera ha plañido, raro en él, en el boletín oficial gaditano que es su cuenta de Twitter. Tanto defender el comercio local… Pero para él la localidad parece que acaba en las Puertas de Tierra, donde mercadean sus amigotes.
No, si al final se cumplirá la disparatada distopía escrita por Juan Bouza en su libro ‘Independenshía’ –comprado en Quorum, por cierto, y regalado a mi abuela– y los beduinos reclamaremos la autodeterminación. Con Bouza curiosamente coincidí en un taller de escritura en Las Libreras.
No sé si será consuelo, pero a Las Libreras aún les queda contarnos su romántica aventura, que ha durado poco más de diez años. Como hizo Belén Rubiano en su maravilloso librito ‘Rialto, 11’. Partiendo de que el negocio lo montaron cinco hermanas, ya el relato, o los cinco relatos, cuenta con unos mimbres fantásticos.
Les animo a ello. Aquí, en la ciudad, nos quedamos con Quorum –la gran librería de Cádiz– y con Raimundo, un clásico, donde si uno fatiga bien sus anaqueles se encuentra diamantes como tomos de tamaño bíblico con todos los artículos de González-Ruano o crónicas descatalogada de ese ‘primus inter pares’ de la pluma que es Paquiño Correal. También resiste ‘la’ Manuel de Falla, coqueta y apostando por la temática local. Y La Clandestina, con ese modelo híbrido de café y libros, que tan bien funciona en Madrid con Tipos Infames o en Sevilla con Caótica.
Si estamos a libros, no puedo despedirme sin acordarme de Proteo/Prometeo, Rayuela y Luces en Málaga o, mi favorita, Picasso en Granada. También mencionar las sevillanas Palas, en Los Remedios, y Casa Tomada, en Muro de los Navarros. Y Alberti, en Madrid, frente al cuartel de Nieto Jurado y tito Tagarninas. En fin, no hagan como yo: ¡compren libros y en librerías!