Manuel López Sampalo

Procuro recordarte

Me obsesiono con aquella mujer con cara de ardilla coqueta que tantas veces habré visto. Necesito recordar su nombre y su posición en el mundo respecto a mí

Manuel López Sampalo

Manda Chapu Apaolaza una foto por Whatsapp en el que sale en un acto previo a la tamborrada de San Sebastián con una mujer joven, de unos cuarenta años. Ambos con un pañuelico azul al cuello. Como pienso que la ha enviado al grupo, no ... le echo mucha cuenta, aunque me quedo pensando en quién era su acompañante, que me sonaba tela la cara. A los dos minutos vuelvo a consultar el móvil. Entonces caigo en que Txapuli --así le llamo, como él me llama Xampa-- me ha enviado esa imagen a mí personalmente. Entonces, ya sí que sí, ponerle nombre a ese rostro que me resulta tan familiar y que se retrata junto al de la barba de fuego se convierte en una misión para mi memoria. Analizo bien sus rasgos: cara regordeta y simpática, dientes ligeramente separados y ojos rasgados entre verdes y azules. ¿Quién es, por dios, y porqué me suena tanto? Hago un preocupante repaso de mis familiares --aunque esté mirando la tele, el hilo de la serie lo he perdido totalmente--, y descartado que compartamos sangre, intento ubicarla en Cádiz, pero no me encaja. ¿Será una famosa? No, entonces no me habría llegado la foto por el chat personal. Chapu me la ha mandado por algo.

Si en la instantánea sale con una coleta, yo empiezo a tener imágenes de ella en movimiento y con la melena suelta, como ondulada. Mentalmente la visto con un traje de chaqueta y con aquella sonrisa como de marfiles listados que parece que lleva cosida a los labios. Empiezo a preocuparme, ¿será otro efecto del puto Covid persistente? ¿También me está tocando la memoria la maldita resaca del bicho? Me obsesiono con aquella mujer con cara de ardilla coqueta que tantas veces habré visto. Necesito recordar su nombre y su posición en el mundo respecto a mí. Pienso en preguntarle a Chapu, pero eso sería hacer trampas y arriesgarme a que me responda con unas risas y que le dijera a ella: «Mira lo que me ha dicho el guasón de tu primo: que quién eres, que le suenas un montón». En cambio le replico con mi clásico y neutro «Bieeeeen, Txapuli» de cortesía. Ya llevo más de veinte minutos mirando la tele pero viendo la imagen pantalla del móvil. Se me ocurre que para estos casos vendría bien un Shazam pero de caras: «Oye, que me ha gustado Fulanita que está en la barra de tal bar», disimuladamente la enfocas con la cámara y te enlaza a sus redes sociales; por supuesto con consentimiento previo.

Soy una olvidona, me digo. Desesperado y desconfiante de mi agujereada memoria recurro al método deductivo: A ver, está en un acto de la Tamborrada de San Sebastián, conoce a Apaolaza… Tiene que ser vasca de Donosti entonces… Yo pensaba que era de Alicante, pero en un flash de magnesio me viene a la lengua el nombre de Patricia Rodríguez, la consejera delegada del Granada CF. «Joder, si es la Patri», me digo aliviado. Entonces, ya sí, media hora después, y aun pensando que esta mujer era natural de Elche o por ahí, le pregunto a mi colega del cuadernillo qué hace ahí Patricia Rodríguez. No me responde: supongo que estará liado bebiendo txacolís, zuritos o lo que se tome por allí arriba --lo mismo es kalimotxo--. Con lo cual me contesto yo mismo a mi pregunta: claro, el Granada mañana juega en Getafe, y el acto del ‘ro po pom pom’ será en Madrid en una sociedad vasca de estas en las que hacen jornadas gastronómicas y juegan a pelota. Como hooligan de mi equipo, recuerdo que la posición de la afición respecto a ‘la Patri’ es crítica --a pesar de su sonrisa de abrázame--, y entonces le escribo de nuevo, «dile que menos tamborrada y más fichajes».

Txapuli no se pronuncia por Whatsapp hasta la mañana siguiente; lo hace por el grupo donde hace pública su foto con Patricia acompañada del siguiente mensaje: «La consejera delegada del Granada mandole ayer un cariño a Manuel Sampalo». Pienso para mí que vaya mamón, que podría haber mandado la imagen con leyenda o pie de foto anoche y no hoy. Que me hubiese ahorrado el mal rato y el tener que ponerme de nuevo el capítulo 7 de ‘The Affaire’. Pero al final le tendré que agradecer que me haya inspirado este artículo; que mi musa está en huelga de palabras y se agradece cualquier desencadenante de columnas por muy inverosímil que sea. Después añade otro comentario por el grupo: «Qué resacón, Dios mío». Y me digo que para resacón el mío después de pasar el coronavirus, que además de fatiga y pérdida de sensibilidad muscular, a veces creo que también he perdido la memoria. Qué envidia me dio el otro día Manuel Alejandro: ‘Procuro olvidarte’.

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