Manuel López Sampalo
Pepe / João
De madre portuguesa, de Castro Marim y padre vasco, marino de Guetaria, mi tito juega con su doble nacionalidad a ser uno aquí y otro allá
Almorzó en lo de Manolo. Casa Barberi. Menú del día: aliño de chocos y unas sardinas al carbón que se comió a pellizcos; todo ello regado con vinillo de mesa y rematado al postre con una copa de amarginha que corría de la casa. Pero ... el día había empezado mucho antes: a las 8 y media ya estaba en la terraza de lo de María con su ‘bica’ de café sólo y con el tercer Marlboro encendido en su boca de besuguilla boqueante, leyendo a Paquiño Correal en el Huelva Información que le guardaba como cada mañana el Banego. Su matinal la culminaba como de costumbre echándose al cuerpo un anís dulce --o tres-- que templara su pulso: La Castellana o Chulo de Badalona preferiblemente.
Su vida había cambiado de raíz por un golpetaso que pegó en lo de los ciegos. 7-10-15-26-34-35-37-09: la misma combinación que heredó de su madre, doña Frasca que en paz descanse, --como la clave de una caja fuerte-- y que a base de insistencia le acabó pagando un pie de playa en Isla Canela, la mayoría de acciones del Ayamonte CF y, sobre todo, una participación importante en la sociedad anónima Hijos de Rafael Reyes, que a la sazón fabricaba el Machaco de Rute: aquél espirituoso califal que tantas madrugadas de contrabando del langostino y de clandestinidad del coquineo le había infundado el valor suficiente para cumplir con su ilegal empresa y su medio de vida. Él apostaba por la diversificación del producto, la producción de licores que fueran más allá del de matalahúga: licorcillo de hierbas, orujillo de endrinas… Ello le llevó a un encontronazo con la familia productora, especialmente gorda fue la bronca con el heredero Manolo Reyes que le costaría el tercer baipás coronario: el segundo vino por un voto de confianza al sanchismo y el del estreno por el descenso de su Betis.
Sumando las deudas de juego y los préstamos a amistades y familiares, poco le quedó de aquél pelliscaso de suerte. Al menos pudo retirarse de su hasta entonces vida itinerante y chatarrera entre el marisco de contrabando y la recogida sin licencia de coquina. Contaba siempre lo de aquélla noche sin luna que con 7 cajas de gamba blanca a lomos de la motora la guardinha portuguesa abrió fuego contra su persona y pudo escapar de milagro no sin llevarse un tiro en el talón de aquiles causante de su ostensible cojera. Fue en el queso diestro, el mismo que utilizaba para escarbar en la arenilla de Isla en busca de los bivalvos y que quedó inútil.
Pepe --disculpen la tardanza en la presentación--, así es conocido en la margen diestra del río y João, en la siniestra. De madre portuguesa, de Castro Marim y padre vasco, marino de Guetaria, mi tito juega con su doble nacionalidad a ser uno aquí y otro allá. Le gusta imaginar que la voz lanzada al Guadiana en un idioma viene de vuelta con el eco de la otra lengua:
-¡Gracias!
-Obrigado!
A Pepe le ha cambiado la vida --más aún si cabe que la fortunilla que se hizo en los ciegos-- la foto del cocodrilo. El cocodrilo, sí: aquel plástico hinchable sobre el que salen fotografiados el diestro Enrique Ponce y su amorío estival, Ana Soria. A mi tito se lo llevan los demonios, dice que el maestro de Chiva ha hecho la faena de su vida. Aquella jovencita de pómulo prominente, naricilla respingona, rubio de alcurnia, ha despertado su libido, por decirlo en palabras gruesas, anda más caliente que un ciervo en berrea. Él quiere su Ana Soria, su Lolita y su Teresa Serrat; no hay dios que se lo quite de la cabeza… o de la punta del cipote, mejor dicho.
Fue aliviando los ardores en lo de su amigo Pichi, que regenta lo que eufemísticamente puede denominarse como local de ocio nocturno. A mí me gusta llamar a las cosas por su nombre: aquello es un putiferio o un casinillo multiservicio, donde uno va a darse a todos los vicios: no es inusual que bajo la mesilla de tahúres haya un par de búlgaras o dominicanas ganándose el pan: más de una vez algún parroquiano se ha llevado por delante el tapete con las cartas por una dentada en el glande o un picotaso en la uretra. Allí se junta lo más granado de las dos orillas: algarveños que sirvieron en la Legião Portuguesa a las órdenes de Salazar, marineros de Isla, negreros de la fresa de Lepe, contrabandistas de atún, decrépitos cantantes de fado y picoletos franquistas. Se bebe J&B, Tía María y Frangélico.
Ya digo que el subidón de libido por la Soria --macoca diaria bicheando su Instagram-- quitó a mi tito de las pastillitas azules. Aquello se le ponía enhiesto como activado por un resorte.
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