Manuel López Sampalo
No irse a Madrid
Parece que allende la Villa y Corte no llegara el WiFi, y las columnas las tuviésemos que enviar en un sobre por burro-taxi
A Manuel Jabois le dieron tanta carga que, después de publicar la columnata ‘Irse a Madrid’ , acabó yéndose a la capital. Más que nada para que le dejaran tranquilo. Una vez en Madrid, se dedicó, liberado de tanto ‘agente de viaje’, a hacer ... lo que le gusta: periodismo local pontevedrés; sin que nadie lo mandase de vuelta a las Rías Baixas, claro.
Siempre creí que lo que decía Jabois («a veces pienso que en Madrid no deben tener otra cosa que hacer que esperarme a mí») era una hipérbole. Ahora entiendo que se quedó corto. Me explico:
Hará unos tres o cuatro meses que envié un artículo mío por Whatsapp a un grupo familiar. Bendita la hora. Y una de mis tías respondió que hay que ver cómo escribía, que debería irme a Madrid. Y mi padre tiró del hilo diciendo que claro, que es lo que él siempre me había dicho. Hasta algún primo menor de edad me dio pasaporte para la capital. Entiendo que la columna era mala, pero tanto como para querer perderme de vista… Obviamente, me fui del grupo, con el falso pretexto de que marchaba a Madrid.
A Jabois, en su columna que da título a la antología, un camarero lo larga a la capital: «O que tes que facer é marchar para Madrid». A mí me señaló la estación del Alvia un vecino, tras glosarle mi abuela, mientras me zarandeaba del brazo, mis supuestas virtudes como columnista:
-Este escribe mu’ bien.
-Po’ quillo, lo que tiene’ que hasé’ e’ irte a Madrí’ — replicó el del 3ºB, como si fuera un cuñado gaditano del camarero gallego.
(…)
Estuve un tiempo sin escribir nada, porque yo no quiero irme de Cádiz. Incluso hice un cursillo intensivo de mariscador, especializado en holoturias, ya que entiendo que en la capital española no necesitan de eso. Hasta que hace poco, en un momento de flaqueza, rompí mi silencio y volví a darme a la escritura. Pero me salieron textos tan malos que cierto columnista de la capital se vino arriba y me pidió el número de móvil. Desde entonces, casi a diario, me manda mensajes de Whatsapp con enlaces a buhardillas y pensiones de mala muerte en donde ustedes se imaginan. «Hay que venirse a hacer la mili a Madrid, amigo» me repite .
No sé qué pasa en la ciudad del chotis: quizás las columnas se escriben solas o los teclados tienen más letras o las musas están más baratas. Parece que allende la Villa y Corte no llegara el WiFi, y las columnas las tuviésemos que enviar en un sobre por burro-taxi. Imagino hoy mismo a cientos de pollinos subiendo La Castellana con flamantes columnas de provincias pidiendo la dimisión de Mariano Rajoy, el voto por Esperanza Aguirre o la permanencia de Kaká en el Real Madrid.
Esta mañana estaba bloqueado y no sabía sobre qué escribir, y le pregunté a este amigo columnista, el de la mili, sobre qué hacerlo, y él me contestó con una palabra: «Madrid». Entiendo que si me fuera para allá, cosa que no pienso hacer, me pediría que escribiera sobre el Kichi, los cangrejos moros y la carga de trabajo para Airbus Puerto Real .